miércoles, 8 de abril de 2009

Atmofitas de Ignis



Una de las obras más desconcertantes de la singular Edad de Oro de la anticipación (antes de que Gernsback bautizara el género de la ciencia-ficción) que fue la Fin de Siècle es sin duda la Increíblemente Extraña Ignis del misterioso conde de Chousy. Nada se sabe del tal Chousy y sólo nos queda de él, a modo de juego de pistas borgesiano, una carta ditirámbica al creador de la Eva futura, el también Extraño Villiers de l’Isle-Adam, hasta el punto que algunos eruditos especularon que en realidad se trataba de una broma del propio Villiers, inventándose un heterónimo para firmar otra de sus desopilantes sátiras anti-tecnológicas. Pero encontramos también su nombre en la dedicatoria del poema de C. Cros (otro Increíble Extraño, cómo no) “Sultanerie”, publicado en la revista emblemática del movimiento hidropático L'Hydropathe del 19 de febrero de 1879.

Sea quien fuere de Chousy, el caso es que su única obra es un auténtico meteorito en la órbita de lo “maravilloso científico” anunciado por los Goncourt. En ella asistimos al proyecto del excéntrico y erudito Lord Hotairwell de perforar un gigantesco pozo en Irlanda hasta llegar al legendario “fuego central” de la Tierra, fuente prodigiosa de energía. Sabiendo que el Lord había ya propuesto arrancar Inglaterra de la corteza terrestre para transformar la isla en portentoso navío, no nos hemos de sorprender.

El caso es que, ni corto ni perezoso, ayudado por un matemático absolutamente loco (sospechosamente cercano a nuestro querido Lewis Carroll) y de un ingeniero enano presentando un agudo caso de perforomanía (desviación que se le escapó al contemporáneo Sigmund Freud, siempre tan atento a ese tipo de detalles), el Lord se pone a edificar la ciudad utópica de Industria-City, salvando todo tipo de obstáculos (desde los sabotajes de los militares alemanes hasta los suicidas proyectos de destruir la Tierra de algunos de los propios ingenieros).

Para ello inventarán los extraños Atmofitas, « hilotas de vapor » que prefiguran los robots que iban a inundar el género a partir de los años 20 (el término, como es bien sabido, será introducido por Karel Capek, jugando con el término checo robota o trabajo servil). Extremadamente dóciles en un principio, los esclavos mecánicos terminarán, cómo no, por rebelarse contra el régimen “pantopantárquico” (reino de todos sobre todos) de Industria, anunciando también otro de los más célebres topoï que iba a terminar, como quien dice, hasta en la sopa. Se genera así un cuanto menos absurdo debate en el Parlamento (al cual sólo son admitidos especimenes cuyo cerebro pesa más de dos libras) sobre la nueva “cuestión social” presentada por la “plebe de metal”…

Luego asistimos a las maravillas de la “Confortable City”, parodia feroz del utopismo positivista a lo Julio Verne, característico de la burguesía finisecular (y de la otra también). Autómatas en todo momento vigilados por el telectroscopo de Lord Hotariwell, los habitantes de Industria disfrutan del telecromofoto-fonotetroscopo, anticipación de todos los inventos en telecomunicaciones posibles e imaginables (más o menos viene a ser como los hologramas de la saga intergaláctica de Georges Lucas) hasta el día en que se produce una inverosímil hecatombe… la rebelión de las telecomunicaciones contra sus usuarios… en 1883!!

Liderados por “una especie de elefante armado de una maza incrustada en su trompa”, martillo de 200 mil kilos, las Máquinas electrocutan a los parlamentarios mientras los habitantes de la ciudad son despedazados y sometidos a todo tipo de tecno-suplicios delirantes…

Algo que tendría que haber abierto a de Chousy las puertas del Panteón de la Ciencia-ficción, pensaréis. Pues no. A pesar de haber sido “coronada por la Academia francesa”, Ignis pasó por completo desapercibida hasta que nuestro Maestro indiscutido Pierre Versins la exhumó. Por lo demás, como bien sabéis los más conspiranoicos, el negocio editorial de la ciencia-ficción está bastante controlado por el complejo militar-industrial yanqui (o cuanto menos por el complejo editorialo-periodístico yanqui), poco interesado en todo lo que no es anglo-sajón, sepultando siglos de anticipación europea bajo una pesada losa de silencio.

En todo caso nosotros le abrimos las puertas de nuestro Panteón Increíblemente Extraño y esperemos que se quede tan a gusto.

1 comentario:

xacobe dijo...

q bon toño. de onde tiras estas frikadas?

xcb.