lunes, 30 de junio de 2008

El poema de Linière


El poeta Linière, que Edmond Rostand incluyó brevemente en su Cyrano de Bergerac (dedicado a uno de nuestros Autores Increíblemente Extraños), se bebió un día todo el agua de una pila de agua bendita donde la mujer que amaba había humedecido sus dedos.

Esta “acción poética”, concretización vital de la hipérbole barroca, es todo lo que ha quedado de su obra, y todo lo que sabemos de él.

Desconocido ancestro de la performance surrealista practicada por P. Soupault, J. Rigaut, M. Leiris o nuestro recientemente fallecido Pepín Bello, Linière nos brindaba, con su manifestación extrema de idolatría amorosa, un curioso ejemplo de poesía vital (o, como dirían ciertos colegas, de tronismo total).

sábado, 28 de junio de 2008

La División del Placer


La celebérrima banda de Ian Curtis, indiscutiblemente una de las más grandes de la (breve pero ya tan hipertrofiada) Historia del Rock, debe su título, como los más listillos ya sabéis, a un oscuro “paperback” de la Era Dorada, la (Otra) Casa de las Muñecas (House of Dolls, a no confundir con la obra teatral de Ibsen).

Escrita en 1955 por un misterioso "Ka-tzetnik 135633" describía las desde entonces tristemente célebres Divisiones del Placer, grupos de internas judías de los campos de exterminio sometidas a las vejaciones sexuales de los oficiales nazis (pese a todas las directivas nazis contra la unión entre arios y judíos, cimiento y justificación del propio régimen... algo que da para meditar). La existencia de burdeles en diez campos de concentración (entre los cuales Ravensbück y Auschwitz) fuera ya hecha pública por el Ministerio de Información británico en el 45, cuando el descubrimiento y liberación de los mismos (filmados, entre otros, por Alfred Hitchcock!!).

Aparentemente basado en el diario de una prisionera polaca obligada a dicha esclavitud sexual (aunque otros dicen que en experiencias de la propia hermana del autor, muerta en la Shoah, así como el hermano, también sometido a abusos tal y como se relata en Piepel), la obra relata cantidad de atrocidades (prefigurando la Atrocity Exhibition de Ballard que también daría título a uno de los himnos de Curtis).

Yehiel De-Nur (1909-2001), autor de la obra, fue él mismo encerrado en Auschwitz durante dos años, bajo el "nombre" de Ka-Tzentnik ("prisionero de campo" en yiddish) 135633 (el número que los nazis tatuaban en sus víctimas), escogido para firmar sus desoladoras memorias del "planeta de cenizas" (como él llamaba al campo). Fue uno de los testigos llamados a declarar contra el vertugo Adolf Eichmann en el histórico juicio de 1961, aunque, submergido por el dolor, perdió el conocimiento. Durante el resto de su vida, como tantos otros supervivientes, Yehiel sufrió pesadillas recurrentes y depresiones mórbidas. En 1976 se sometió a una psicoterapia psicodélica (sólo en los seventies había de eso!), experimentando con LSD, lo cual le proporcionó las visones que nutrieron su Extrañísimo libro Shivitti...

Por una trágica ironía (que demuestra lo jodido del género humano) el libro fue consumido como pornografía, empezando por la propia Israel (!), donde inició un subgénero Extraño conocido como "Stalags" (campo de trabajo), producidos en masa por Ezra Narkis y consumidos mayoritarmiante por adolescentes, hijos de las propias víctimas descritas (!!). El contexto puritano del gobierno israelí de entonces, así como la conmoción traumática que siguió al detalladísimo juicio a Eichman explicarían (en parte) tamaña fascinación con la transgresión última del supremo tabú (en sintonía, más allá de lo socio-político, con las teorías de G. Bataille sobre el Erotismo).

Perseguidos por la ley cesaron de ser comercializados dos años después del nacimiento del género aunque la oleada de fascinación erótica con los campos se trasladó a Occidente, donde la edición "paperback" de La Casa de Muñecas vendió más de cinco millones de ejemplares. Por ese momento cantidad de Men's Magazines estaban produciendo relatos e imágenes de sexísimas oficiales SS torturando a musculosos americanos y de sádicos y depravados nazis flagelando increíbles pin-ups.

De hecho cuando Joy Division retomó el tema hacía ya cuatro años que triunfara en la gran pantalla Ilsa, la Perra de los S.S (1974), inaugurando el Increíblemente Extraño subgénero de la “porno-esvástica” o “nazi-porn”, capítulo más que polémico (hoy en día impensable, en realidad, fuera de circuitos eufemísticamente denominados "especializados") de la Sexploitation sesentera. En España, el subgénero coincidió con la oleada del "destape", nutriéndola y mezclándose, como en Italia (uno de los principales productores de dichos films), con una siniestra (y para muchos nostálgica) fascinación por la parafernalia fascista...


"Asylums with doors open wide,

Where people had paid to see inside,
For entertainment they watch his body twist,
Behind his eyes he says, 'I still exist.'

This is the way, step inside.
This is the way, step inside..."

jueves, 26 de junio de 2008

Marquesa de Sade


¿Os acordáis de aquella Torre de Amor necro-fetichista de la extraña Rachilde?

Hoy, como prometido, os hablaremos de otra de sus singulares criaturas, Mary Barbe, la Marquesa de Sade que da título a la Muy Decadente novelita publicada en el Año de Gracia de 1887.

Mujer fatal (en el sentido literal, claro) como toda Musa decadente, Mary es una vampiresa sui generis, ya que para desgracia suya no ha sido “fertilizada” por su mítico contemporáneo, el Drácula de Bram Stoker (pináculo de la necrofilia finisecular).

Así que tiene que contentarse con pequeñas sangrías a sus anodinos amantes. Hasta el día en que encuentra a su víctima ideal, el pobre Paul Richard que tiene la interesante característica de ser… hemófilo (!).

En su primer encuentro el joven Paul, violentamente emocionado por la vampiresa, tiene un primer ataque, enrojeciendo y sangrando con efusión, algo que fascina, claro está, a su compañera.

Comprendiendo poco a poco lo que “pone” a ésta, Paul entra en una rutina masoquista: “A veces se golpeaba la frente, como quién no quiere la cosa. Otras veces mantenía la cabeza baja y la levantaba violentamente, esperando como recompensa la cruel sonrisa de la mujer caprichosa. Entonces ella le abrazaba con más fuerza, embriagándose con la sangre que la embadurnaba”…

Como en la obra maestra de Stoker, la sangre es evidente trasunto de los “otros” fluidos corporales, no en sentido metafórico o simplemente metonímico, sino literal. Una patología absoluta y perversa del coito fin de siglo.

Por desgracia Paul va curándose de sus crisis hemorrágicas. Así que Mary va distanciándose de él.

Al principio trata de torturarlo, abriéndole heridas para que la sangre vuelva a fluir: empieza con sus uñas, urgándole los poros de la piel, luego con alfileres y “una punta de metal mal afilada con la que tatuaba sus iniciales, apoyando primero dulcemente, escribiendo luego en la carne viva”.

Paul Richard, tratando desesperadamente de conservar a su bella, sustituye el orgasmo por los gemidos de dolor, radicalizando el esquema establecido por el célebre barón (coronado, no lo olvidemos, con la Legión de Honor) Sacher-Masoch.

Como era de esperar el idilio acaba cual rosario de la aurora, con la degradación absoluta de Paul y su abandono.

Nos quedamos con Mary errando por las noches parisinas de la Belle Époque, en busca de nuevas víctimas, prefigurando la Madame la Mort de la obra homónima (1891), ecuación absoluta entre feminidad y óbito.

Rachilde seguiría ahondando en su teratología sexual, jugando con el lesbianismo más “fatal” (Madame Adonis, 1888), el fetichismo (la heroína de La Jongleuse, de 1900, se lo monta, por así decir, con una ánfora griega!), el incesto (Les hors nature, 1897), la obsesión erótica compulsiva (L'heure sexuelle, 1898), o el amor de las niñas (La souris japonaise, 1921).

Nosotros nos quedamos con Mary,

“rondando de noche y durmiendo de día, como las fieras (…) Su ser de carne incorruptible paseaba en medio de las histerias de su tiempo como una salamandra entre las llamas; vivía de los nervios ajenos más que de los propios, sorbiendo voluptuosamente los cerebros... "

Quién sabe si aún se esconde en alguna callejuela sombría del viejo París…


p.s Los que queríais saber de la verdadera Marquesa de Sade, esto es la mujer del Divino Marqués, Renée-Pélagie de Montreuil, seréis satisfechos en su debido momento, cuando comentemos la curiosa correspondencia entre ambos cónyuges…

lunes, 23 de junio de 2008

¿Has fornicado?


Retomemos nuestros queridos penitenciales Increíblemente Extraños, escogiendo esta vez uno de los más célebres, el Decreto de Burchard, obispo de Worms en el siglo XI.

Libro XIX.

120. ¿Has fornicado como hacen los sodomitas metiendo tu verga en el posterior de un hombre? Si estás casado y lo has hecho una o dos veces: 10 años de penitencia en los días oficiales, uno a pan y agua. Si es una costumbre: 12 años. Si es con tu hermano carnal: 15 años.

122. ¿Has fornicado tomando en tu mano el miembro de alguien, y él el tuyo, para agitaros el miembro uno al otro y desparramar así tu simiente? Si sí: 30 días de penitencia a pan y agua.

123. ¿Has fornicado sólo, es decir tomando tu miembro viril en tu mano y tirándote del prepucia; lo has agitado hasta desparramar tu simiente por este placer? Si sí: 10 días.

124. ¿Has fornicado poniendo tu miembro en una madera agurejeada, o cualquier cosa semejante, de suerte que has desparramado tu simiente por dicho movimiento y por tal placer? Si sí: 20 días.

126. ¿Has cometido la sodomía o la bestialidad con hombres u animales, a saber, vacas, mulas o todo otro animal? Si lo has hecho una o dos veces y no tenías mujer con quien saciar tu lubricidad, ayunarás 40 días a pan y agua y harás siempre penitencia. Si estabas casado, ayunarás 10 años en los días prescritos. Si tenías costumbre de cometer ese crimen, ayunarás 15 años. Si has cometido el acto en cuestión en tu juventud, ayunarás 100 días a pan y agua.

166. ¿Has bebido el esperma de tu marido, con el fin de que te ame más gracias a tus acciones diabólicas? Si sí: 7 años de penitencia a pan y agua, en los días prescritos.

172. ¿Has actuado como hacen las mujeres, cogiendo un pez vivo, introduciéndolo en su sexo y manteiéndolo allí hasta que muere, tras lo cual, cocido o frito, lo dan a comer a su marido para que se inflame más por ellas? Si sí: 2 años de ayuno.

Así que ya sabéis lo que toca...

en el supuesto de que hayáis respondido afirmativamente a alguna de estas preguntas (cuanto desparrame de simiente, por cierto)…


p. s. Por cierto, los que me habéis preguntado por la imagen: no se trata de un montaje. Acercaos a Maillezais, Deux Sèvres y comprobadlo...
O pasaros por
esta página
O la Increíblemente Extraña página de Anthony Weir



sábado, 21 de junio de 2008

Al-Qalyoûbî

Una de las fuentes del supuesto “choque de civilizaciones” que nos aflige es sin duda el enorme y mutuo desconocimiento. Reducir la cultura musulmana a lo que de ella expurga una clase de ideólogos cerriles es como hacer de los “halcones” de Bush emblema preclaro de Occidente.

Afortunadamente hay tradiciones mucho más irónicas y escépticas en ambas culturas (por lo demás tan mezcladas históricamente, como bien sabemos los íberos). Buena prueba de ello son las obras Increíblemente Extrañas que pudieron florecer pese a los credos y tabúes de cada "campo".

Sin remontarnos a la Obra por anotomasia, auténtica Biblia (o Corán) de todo amante de la ficción (hablamos, claro está, de Las Mil y Una Noches, en sus variadas versiones), evocaremos hoy una pequeña y poco conocida joya escrita a finales del siglo XVI –al tiempo que Cervantes homenajeaba la tradición árabe en la figura de Cide Hamete Benengeli.

Se trata de Lo fantástico y lo cotidiano, de Ahmad al-Qalyoûbî, curioso personaje nacido en la pequeña ciudad egipcia que le dio su apellido, edificada (no podía ser más premonitorio) sobre una antigua necrópolis de la era faraónica.

Como señala René R. Khawan, traductor e introductor de la obra, “hay una propensión peligrosa [en ésta] a hablar de los muertos, de visiones fantásticas, de luces surgiendo de repente de las tumbas, de escenas de fusión entre los Satanes machos y hembras, de viajes de Djinns por la alta atmósfera, de levitaciones y de metamorfosis”.

Esta vertiente, más afirmada en sus Historias extrañas y maravillosas (afín a la tradición persa de las Mil y Una Noches), se infiltra, como indica el título de nuestra obra, en la realidad cotidiana para crear una especie de “realismo mágico” (término e idea que precede con creces su captación por el “boom” latinoamericano). “Lo cotidiano, iluminado por una cierta mirada, se transforma y toma una dimensión completamente diferente”.

Entre los casi 300 relatos que componen el libro hemos escogido el primero.

Espero que os guste tanto como a nosotros.

“La mano sobre el rostro

Un hombre pasó un día cerca de la escuela en la que enseñaba el imán más grande y se acercó para oír lo que decía. Oyó lo siguiente:

-Si alguien de vosotros quiere hacer sus necesidades, que se ponga la mano delante del rostro mientras tanto, y de esa manera la conservará pura

El hombre, después de haber oído estas palabras, se fue precisamente a hacer sus necesidades. Encontró un lugar retirado y se dirigió a él para realizar la operación. De pronto, cuando ya había comenzado, vio frente a él, a una cierta distancia, a su enemigo. El hombre no sabía que hacer. Pero he aquí que de pronto se acordó de las palabras del sheik y se puso la mano delante del rostro. Su enemigo, que creía haberle reconocido, se prepraraba para lanzarle una flecha mortal. Pero tuvo una duda:

- Tal vez no sea él, quizás sea otra persona.

Continuó observándole por un momento, pero, como no lograba reconocerle, ya que el otro mantenía su mano delante del rostro, decidió continuar su camino, creyendo que se había equivocado de persona. De esta manera, esta actuación salvó al hombre de una muerte segura.”

Mektoub.

lunes, 16 de junio de 2008

Dolería del Sueño

Proseguimos la galería de Libros Increíblemente Extraños hispanos con la singular Dolería del Sueño del Mundo, enorme y fantástica alegoría publicada en Amberes en 1572 por un tal Pedro Hurtado de la Vera, tal vez un judío portugués escapado del Santo Oficio.

La idea inicial es sumamente barroca: Morfeo sume al Mundo en un profundo sueño que durará seis mil años, desarrollando entre visiones el espectáculo de la vida humana antes de entregar al durmiente, brutalmente despertado, a los brazos de Carón, quien se lo lleva en su barca hacia un Más Allá con resabios un tanto paganos…

Lamentablemente la lógica alegórica transforma las aventuras “visionadas” en un enrevesado juego de conceptos, resumido por la propia amonestación del autor: “Duerme el Mundo y sueña ser Heraclio amor de virtud y fama, con el contrapeso de vanagloria, que es Honorio su criado. Logístico, la Razón que manda sobre ella, la cual cae alguna vez para levantarse con más fuerza como Antheo (…). Astasia es la sensualidad y hipocresía en hábitos de virtud. El deleyte, Idona, hermosa de cara, de obras fea. Melania, la malicia” y un largo etcétera, pasando por Morio, la ignorancia o Asosio, “la carne vagabunda”…

Pese al formateo alegórico, como ocurre frecuentemente en ese género tan fructífero desde la Antigüedad hasta el rococó, emergen algunos elementos genuinamente extraños. Citemos las extrañas transfiguraciones de los personajes (acto III, escenas 7 y 8, etc.) y, muy especialmente, los engaños del bosque encantado donde las sombras se hacen cuerpos y los cuerpos sombras y toda persona se duplica y llega a perder la conciencia de sí mismo.

Sin llegar a los delirios alquímicos de su contemporáneo (bastante más cachondo) Béroald de Verville en la alquímica Historia Verdadera de los Príncipes Fortunados (1610), Hurtado de la Vera se merecía una pequeña mención extrañística por sus sombras humanoides.

Ahí queda.

viernes, 13 de junio de 2008

El Arranca-corazones


Rindamos hoy homenaje a una de las figuras más célebres del “surrealismo pop”, extrañamente olvidada hoy, después de ser aparcado como icono adolescente.

Nos referimos, simplemente, a Boris Vian.

Compositor, cantante y trompetista de jazz (con obras inolvidables como Soy Snob o El Vals de las Bombas Atómicas), traductor de novelas negras y de ciencia-ficción (entre ellas el Extraño Mundo de los No-A de Van Vogt, del que hablaremos), pornógrafo, polígrafo, inventor y locutor de radio, noctámbulo empedernido y, más que nada, Cachondo Mental.

Y escogemos, entre sus obras genuinamente Extrañas, El Arranca-corazones.

Publicada en 1953 como primera parte de una trilogía (Las Hijas de la Reina) que nunca vio la luz fue un desastre fenomenal de ventas, trágico anverso de la celebridad de la Espuma de los Días.

Jacquemort (juego de palabras entre autómata y muerte), psiquiatra, llega a una extraña aldea perdida en la cual pretende proseguir con sus experiencias de psicoanálisis integral, asimilando literalmente los pensamientos de la peña, robándoles sus pasados y sus frustraciones, que tan cruelmente echa en falta en sí mismo.

Para en la casa, sita sobre un precipicio, de Angel y Clémentine, a la cual ayuda a parir unos extraños trillizos, Noël, Joël y Citroën.

Un día va a buscar cunas para los recién nacidos y se encuentra con la curiosa “feria de viejos”, donde los ancianos son subastados como antiguallas que son para servir de juguetes sufrelotodo. Jacquemort critica la subasta y se lleva una galleta.

Cuando llega a la carpintería se encuentra con un niño aprendiz que parece un autómata y es, en realidad, resultado de la crítica del psiquiatra (“Deberías tener vergüenza”), eco algo Extraño de tradiciones meditativas hindúes…

Los aprendices, brutalmente explotados, mueren jóvenes, siendo arrojados al Río Rojo.

Allí los repesca (los trozos que quedan de ellos, más bien) La Gloïre, especialista en sacar detritus del agua con los dientes. Él es quién representa la vergüenza del pueblo, subvencionado por éste para sentir remordimientos en su lugar. El Chivo Expiatorio reducido a su máxima expresión, como el Schmürtz (más trágico, no cabe duda) de Los Constructores de Imperio.

Clémentine odia a Angel, al que margina y encierra. Jacquemort le insta a construirse un barco, Noé patético que abandonará el pueblo (tal vez ahogándose en el Río) una vez su tarea acabada.

Sóla, Clémentine se obsesiona cada vez más con sus retoños. Come carne podrida como muestra de abnegación. Para protegerlos arranca los árboles del jardín, levanta paredes y hasta trae una jaula.

Jacquemort propone psiconalizar a la criada, que entiende otra cosa. No muy descontento con el malentendido (parodia de Boccaccio), el psiquiatra la “psicoanaliza” regularmente.

Se consuela psicoanalizando (literalmente, esta vez) a un gato y luego a La Gloïre. Por una extraña ósmosis le va haciendo cada vez más transparente hasta que provoca su muerte.

Jacquemort toma su plaza de Chivo Expiatorio.

Los niños vuelan hasta el cielo gracias a unas babosas azules mientras Citroën consigue sacarse dos dedos suplementarios guiñando los ojos.

Aún así su madre terminará por encerrarlos en la jaula.

Por lo demás la novela flota en una indeterminación absoluta, cronológica (“el 135 abragosto”, etc), espacial (el Río Rojo), material (las flores de Calamina o el chivo de Sodoma son algunas de las extrañas criaturas que la pueblan) y, ante todo, lingüística (desafiando la traducción).

Retomando lo mejor de la prosa surrealista (que por fortuna existió pese a la condena del Papa Breton del género novelístico), especialmente la de René Crevel, Boris Vian logra adentrarnos una vez más en su Increíblemente Extraño universo.

Un Realismo Mágico desencantado, podríamos decir.

Si nos gustaran las etiquetas literarias.

Cosa que por suerte no es el caso.

domingo, 8 de junio de 2008

21



Permitid que me entregue hoy a la más pura apologogía pro domo, pues acaba de salir en la Red la quinta aventura del Hombre de los Veintiún Dedos, creado con mi amigo José Ángel Mañas hace ya una década…

La serie de 21 ha merecido, creo, su inscripción en cualquier catálogo de Libros Increíblemente Extraños que se precie debido a sus múltiples y variadas rarezas.

Prueba de ello esta quinta entrega, Muerte de un Escritor. Arranca homenajeando los thrillers clínicos tan de moda últimamente en nuestras ondas catódicas pero con tan ilustres precedentes como el extraño Donovan’s Brain de Curt Siodmak, sigue aludiendo a las deliciosas sectas de los pulps (desde el genial Solomon’s Vineyard de Latimer hasta films inolvidables como God told me to), pasa a una narración de trenes criminales (todos recordamos, creo, el Orient Express de Christie) con ribetes de metaficción delirante (entre La mitad oscura de Stephen King y Johnny the homicidial maniac) y culmina… bueno no os puedo decir cómo culmina.

Podéis seguir estas Extrañas aventuras, íntegramente por la pati, en Adn.es

Suscribios en masa y dejad comentarios delirantemente entusiastas…

Y si queréis saber más sobre las pasadas y futuras entregas del singular antihéroe, siempre tenéis http://www.21dedos.es/ para nutrir vuestras mentes enfermas…

viernes, 6 de junio de 2008

La Torre de Amor



Ya evocamos alguna vez la Edad de Oro de lo Extraño que supuso el Decadentismo europeo.


Hoy hablaremos de una de sus musas más célebres, Rachilde (más prosaicamente Mme Alfred Vallette) que pasó de ser amiga del inenarrable Alfred Jarry a ser abofeteada por los Surrealistas en un célebre banquete.


Especialista de las sexualidades “fuera de la naturaleza”, según el título de uno de sus novelas, Rachilde (quien gustaba de vestir a lo “amazona” o “ginandra”, como se decía en la época) se centra en La Tour d’Amour (1899) en un tema predilecto del Decadentismo, tal vez El tema decadente por antonomasia, el amor de los muertos.


Desde el caballeresco título, con ribetes trovadorescos, se alude al tema, si bien la Torre en cuestión no es otra que el apocalíptico faro de Ar-men, digno baluarte en la larga lista de faros literarios, de Julio Verne a Virginia Woolf.


Auténtico protagonista de la novela (es un cliché pero en este caso no queda otra), el faro va adquiriendo verdadera vida al modo de las casas malditas del género Gótico (Edgar Allan Poe es aquí, como en el Decadentismo mismo, referencia ineludible).


Completamente aislado en la inhóspita costa bretona, construido a costa de innúmeras vidas humanas, el faro es aprovisionado desde un barco a través de un sistema de poleas. En él habita un viejo solitario, el inolvidable Mathurin Barnabas (onomástica ya maldita) y a él llega un joven virginal, Jean Maleux, relevando en su puesto a un guardián muerto (cómo no) en extrañas circunstancias.


La novela va a seguir la iniciación traumática del joven, iniciación que, fiel al ideario pesimista del Fin de siglo, sólo puede desembocar en el desastre.


Poco a poco nos vamos adentrando con Jean en la locura de Mathurin hasta descubrir su macabro secreto: la obsesión por las bellas ahogadas.


Necrofetichista más que necrófilo propiamente dicho, Mathurin recoge sus cuerpos arrastrados por la marea hasta el faro, les arranca los cabellos (con los cuales se cubre, anticipando a Ed Gein y su célebre trasunto ficticio Leatherface) y les cercena las cabezas, que guarda escondidas como auténticas reliquias.


Sólo la vista de una nueva ahogada puede solazar a este ser totalmente animalizado, ilustrando las teorías contemporáneas de Krafft-Ebing en su Increíblemente Extraño Psychopathia Sexualis (del cual ya hablaremos, no os preocupéis).


Figura del misógino delirante que sólo puede gozar del cuerpo femenino cuando este está muerto y desmembrado, Mathurin es, como el faro que lo alberga (y del cual él es como un Minotauro degradado), un potente arquetipo de la Decadencia.


Jean, poco a poco, irá animalizándose a su vez, poseído por el espíritu mórbido del lugar (que sin duda se cobró la vida de su predecesor). Asistirá a la agonía del viejo y cohabitará durante quince días con su cadáver en acelerado proceso de descomposición.


Cuando llega el nuevo relevo Jean es ascendido a guardián del faro, encerrándose en este y en lo que sabe que es “el inicio de la locura”…



Algún día os hablaremos de las demás criaturas de la singular Rachilde, empezando por la extraña pareja formada por Paul Richard y la Marquesa de Sade…




jueves, 5 de junio de 2008

De Coena Cypriani


Os invitamos hoy a un extraño banquete, el ofrecido por un tal Cipriano (el autor, para cubrirse las espaldas, quiso sin duda hacerlo pasar por obra del santo de Cartago, el mismo del célebre Libro brujeril, aún de moda entre las meigas gallegas de hace un par de décadas).

Redactada en plena decadencia del Imperio (o, como se dice ahora, Antigüedad tardía), más o menos entre el siglo V y VIII (imprecisión jocosa para los modernos, que situaría por ejemplo a Faulkner más o menos entre Calderón y Bridget Jones), la Coena Cypriani salvó la tradición satírica y grotesca del helenismo dentro del contexto, crecientemente malrollento, del cristianismo.

Como todos los que habéis leído El nombre de la rosa sabéis, se decía (basándose en la apócrifa Epístola de Lentulo, atribuida al governador que precedió a Pilato) que Jesús nunca rió. Tertuliano y demás Padres de la Iglesia aborrecieron la risa, más propia, según ellos, del animal que del hombre (argumento ya esgrimido por varios aguafiestas estoicos).

Por suerte se coló esta extraña Cena que mantuvo viva, en el ambiente algo deprimente de los monasterios, la risa clásica.

Joel, rey de Oriente, ofrece en Canaa un inmenso banquete celebrando la boda de su hijo (eco de Matías, XXII, 1-14). Están invitados todos los personajes del Antiguo y el Nuevo Testamento, formando una metaficción cachonda que anuncia a nuestros postmodernos (Robert Coover, saluda al personal).

Así se van sentando según las tradiciones bíblicas más disparatadas: Adan en medio, Eva sobre una hoja de viña, Caín sobre un carro, Abel sobre un jarro de leche, Noé sobre su arca, Judas sobre su cofre con los treinta denarios, etc. David toca el harpa, Judas abraza a todo el mundo (¡buenísimo!), Noé se pierde por los viñedos con Lot, un gallo impide que Pedro se eche una buena sonaca…

Al día siguiente cada uno trae un regalo, Abraham una oveja, Moisés dos tablas de la Ley (las que se perdieron, probablemente, como en aquella simpática bufonada de Mel Brooks), Cristo un cordero, etc.

Pero de pronto se descubre que alguien ha andado mangando durante el banquete. Se ponen todos a buscar al ladrón, injuriándose unos a otros en base a los distintos pecados de unos y otros, hasta que, para expiar todos ellos, se ejecuta a un tal Agar, hijo de Carmi (por si os preguntáis quién c… es este menda, id a Crónicas 1, 2, 7 y Joshua 7, 34-35 a ver si tenéis suerte), muerto y sepultado por los propios convidados (!) que vuelven tranquilamente a sus casas (!!)…

Sanamente irreverente en un contexto mórbidamente ascético, la Coena permitió reirse a múltiples generaciones de monjes, influyendo obras igualmente Extrañas como El Tratado de García de Toledo, del cual tal vez os hablemos algún día…


p. s. Aunque no os lo creáis la foto de arriba es de un incunable con la Coena, en versión de Hrabanus Maurus (1496), actualmente en la Universidad John Hopkins de Baltimore.