sábado, 31 de mayo de 2008

Borometz


Ya hablamos en su día de los wakwaks, aquellos singulares árboles que daban como fruto seres humanos algo limitados en su vocabulario.

Hoy vamos a hablar del Increíblemente Extraño Cordero Vegetal de Tartaria.

Aunque se hallen menciones crípticas a árboles que dan lana desde Herodoto hasta Teofrasto y Plinio, es una fábula judía la que introduce el tema del “zoófito” a inicios del siglo XIII. Se trata del comentario del rabino Simeón de Sens al Talmud (1235), que refiere una criatura llamada Jadu´a, enigmáticamente aludida en Levitico (XIX, 31):

“Una especie de cuerda sale de una raíz en el suelo y a la cuerda está sujeto por el ombligo, como una calabaza o un melón, el animal llamado jadu’a; pero el jadu’a es igual a los hombres en todo: cara, cuerpo, manos y pies. Lo rompe y lo destruye todo hasta donde alcanza la cuerda. Hay que romper la cuerda con una flecha y entonces el animal muere”.

Un siglo después, la historia del Cordero Vegetal de Tartaria (Agnus scythicus o Planta Tartarica Barometz) aparece en 1330 bajo la pluma del viajero Odorico de Prodenone. Nos informa de que en la región del Cáucaso “nacen melones enormes, los cuales melones, cuando están maduros, se abren por sí mismos y en el interior se encuentra una bestezuela grande y con la forma de un cordero”.

La historia se recoge en los Viajes de John Mandeville en 1355, libro que, pese a ser una hábil fasificación enteramente plagiarística de relatos anteriores, so cubierto de la odisea viajera del héroe homónimo durante 34 años, logró una popularidad inusitada en el mundo tardomedieval.

“Allí crece una especie de fruta que, cuando madura, es cortada para hallar la bestia de carne y huesos y sangre que se encuentra dentro, como un pequeño cordero sin lana, el cual se come así como la fruta, aunque suene muy extraño…”

A partir de ahí la historia de la planta-animal fue repetida hasta la saciedad por los naturalistas más célebres de la primera modernidad: Giulio Cesare Scaligero, Guillermo Postel, Guillaume Salluste du Bartas, Giovan Battista de la Porta o el propio Sir Thomas Browne (Pseudodoxia Epidemica, III.28).

En 1550 el barón Segismundo de Herbertstein fue algo más específico: habló de una semilla que daba lugar al nacimiento de una planta compuesta de un tallo y un cuerpo en todo semejante al de un cordero, cubierto de una lana finísima, usada por los moscovitas para hacer sus valiosos gorros (Rerum Muscoviticarum Commentarii, 1549). La carne de la planta es parecida a la de las vulgares gambas (!) aunque el bicho se alimente, como el Jadu’a de la hierba que crece alrededor de su tallo. Agotado el pasto, se seca y muere…

“Aunque siempre consideré esos Borametz como meras fantasías”, explica el barón, “los relatos que de ellos me hicieron tantas personas fidedignas me hacen trancribirlo aquí”…

En su célebre Historie Admirable des Plantes (1605) Claude Douret refiere doctamente la existencia del

« zoófito, o planta animal, llamada Jeduah en hebreo. Tiene forma de cordero, y de su vientre nace una raíz por la cual este Zoófito se fija bajo la superficie de la tierra, nutriéndose, según la largura de dicha raíz, de todo el pasto que puede alcanzar a su alrededor. Los cazadores eran incapaces de capturarlo o arrancarlo hasta que corten, a flechazos, la raíz, tras lo cual el animal caía inmediatamente prostrado y muere. Sus huesos eran empleados en ciertas ceremonias e incantaciones por aquellos que deseaban predecir el futuro, otorgando instantanéamente el don de profecía.

Poco después John Parkinson (1656) introduce el animal nada más ni nada menos que en el frontispicio de su Extraño Paridisi in Sole. De ahí pasa a Adam Olearius y a la propia Encyclopédie de Diderot (la cual, como era de esperar, se cachondeaba de la credulidad de todos los anteriores). Jussieu le dedica también un artículo en su célebre Diccionario:

"Cette espèce de polypode de Tartarie, polypodium borametz, L., présente dans la disposition de ses parties une forme singulière. Sa tige, longue d'environ un pied et dans une direction horizontale, est portée sur quatre ou cinq racines qui la tiennent élevée hor de terre. Sa surface est couverte d'un duvet assez long, soyeux et d'une couleur jaune dorée. Ainsi conformée, elle rassemble à la toison d'un agneau de Scythie, et on la trouve ainsi citée dans les contes fabuleux imaginés sur quelques singularités du règne végétal.—Dictionnaire des Sciences Naturelles, vol. iv, p. 85.

El éxito de la criatura se extendió también a la literatura de las Luces. En 1781, el Dr. Erasmus Darwin (abuelo de Charles) lo introduce en su poema The Botanic Garden, que no hayamos fuerzas de traducir…

E'en round the Pole the flames of love aspire, And icy bosoms feel the secret fire,
Cradled in snow, and fanned by Arctic air,
Shines, gentle borametz, thy golden hair;
Rooted in earth, each cloven foot descends,
And round and round her flexile neck she bends,
Crops the grey coral moss, and hoary thyme,
Or laps with rosy tongue the melting rime;
Eyes with mute tenderness her distant dam,
And seems to bleat - a vegetable lamb.

Por si no fuera poco, diez años más tarde un tal Dr. De la Croix elogió el incredible “plantanimal” en su Extraña Connubia Florum, Latino Carmine Demonstrata (Bath, 1791), saludada por la crítica de la época como digna heredera de las Geórgicas de Virgilio (!!).

En su camino ve un nacimiento monstruoso
El Borametz surge de la tierra
Sobre un palo está, fijo, un bruto viviente,
Una planta enraizada que dap or fruto quadrúpedos…
Que duermen de día
Y despiertan de noche, plantados en la tierra,
Pastando la hierba que los rodea…”

Si Virgilio levantara la cabeza… se llevaría una buena sorpresa.

Por increíble que parezca, hacía ya un siglo (1698) que un naturalista, Hans Sloane, mostrara que la supuesta piel de borometz eran grandes rizomas peludos de un helecho arborescente oriental.

Desde entonces los intérpretes modernos consideran que la historia del Cordero Vegetal fue una deformación medieval de las informaciones griegas relativas al algodón, mezclando la palabra “lana” con el término latino para “cordero”. Tales meteduras de gamba fueron muy habituales en la translatio studii occidental o “transmisión cultural” de la Antigüedad por los monjes, causando las consabidas chanzas de Erasmo, Rabelais o el propio Lutero.

Pero los mitos, por suerte, son tan tenaces como las criaturas que acogen…


ps. Prueba de ello es que podéis pillaros Odin Sphere (PlayStation 2) y plantar vuestros propios Borometz…

viernes, 23 de mayo de 2008

Arte del pedo

Tratamos hoy de un clásico indiscutido de la escatología literaria, el célebre Art de péter (1751) de Pierre-Thomas-Nicolas Hurtaut, ilustre médico de la Ilustración indecorosamente eclipsado por la traducción española (Tratado sobre el pedo, Arias Montano) que presenta el texto como anónimo.

Hurtaut no sólo no fue anónimo sino que participó en la célebre Sociedad del borde del banco, salón literario que reunía a peña como Voltaire, Marivaux, Rousseau o el cachondo Diderot (del que volveremos a hablar).

Se trata de un opúsculo tan Increíblemente Extraño que sólo podemos hacerle justicia retomando su singular índice:

I. Definición del pedo en general

II. Las diferencias del pedo, especialmente del pedo y el eructo, y demostración total de la definición de pedo.

III. División del pedo. Problema. Acerca del pleni-vocal o gran pedo. Objeciones de los adversarios del pedo. Respuesta.

IV. Razón física inherente al buen sentido o el análisis del pedo diptongado

V. Desgracias y accidentes causados por los pedos diptongados. Historia de un pedo que hizo huir al diablo y le volvió completamente tonto. Casas liberadas de diablos por la mediación de pedos diptongados. Razones y axiomas.

VI. Del semi-coval o pequeño pedo. Del pedo neto. Del pedo aspirado. Del pedo medio. Causas de los pedos precedentes.

VII. Cuestión musical. Dúo singular. Bella invención para hacer escuchar un concierto a un sordo.

VIII. De los pedos mudos, conocidos como flatos. Diagnóstico y pronóstico.

IX. De los pedos y flatos, afectados e involuntarios

X. De los efectos de los pedos y los flatos. Su utilidad particular.

XI. De las ventajas de los pedos para la Sociedad.

XII. Medios de disimular un pedo para favorecer a aquéllos que tienen prejuicios.

XIII. De los signos de los efectos próximos de los pedos.

XIV. De los remedios y losmedios para provocar pedos. Problema. Cuestión química. Espíritu de los pedos. Los pedos de provincias. Pedos hogareños, Pedos de doncellas. Pedos de maestros en hechos de armas. Pedos de señoritas. Pedos de jovencitas. Pedos de señoras. Pedos de burgueses. Pedos de pastores. Pedos de viejas. Pedos de panaderos. Pedos de alfareros. Pedos de geógrafos. Pedos de cornudos. Pedos de sabios. Pedos de empleados. Pedos de actores y actrices…

Habréis reconocido ya algunos de los temas propios a la Ilustración Extraña ya aquí estudiados, tales como las utopías a lo Théophaigne, la sátira de la demonología, la parodia de la casuística.

La sátira se extendía a cantidad de aspectos de la sociedad de su tiempo como el debate sobre la ópera y la música (llamada querella de los Bufones) que dividió a la Europa erudita durante más de tres años y que recibe aquí fácil solución. Reconocemos el ataque ilustrado contra los prejuicios sociales en la pequeña anécdota de esa mujer que, por coquetería, no se tiró pedo alguno durante doce años, provocando su propia muerte por… retención. Su colega Rousseau no podría haber encontrado mejor ejemplo de la deformación social del individuo natural…

Fuera de las polémicas de su tiempo el libro se convirtió en un pequeño clásico para escatófilos, a medida que la “petomanía” se convertía en espectáculo privilegiado de la burguesía europea. Arriba tenéis una foto del inefable marsellés Joseph Pujol, maestro indiscutido del género, capaz de tocar, sin instrumento alguno Au clair de la lune… Resulta difícil, hoy en día, imaginar el éxito colosal de Pujol en el Moulin Rouge de la Belle Époque…

Poco después (Pujol ya había abandonado su talento –“el único artista que no paga derechos de autor”- y había abierto una panadería…) los Surrealistas, y más concretamente el estatologísimo Salvador Dalí, descubrieron el lindo tratado de Hurtaut y lo situaron en su justo y alto lugar (como siempre, claro).

Como bien dice la edición Rivages: “¿Después de todo, lector, no es vergonzoso que, con todo el tiempo que lleva usted pedéendose, no sepa aún cómo lo hace ni cómo debe hacerlo?”…

Ps. Para los que quieran una aproximación contemporánea al pedo pueden husmear Who cut the Cheese?, A Cultural History of the Fart de Jim Dawson

jueves, 22 de mayo de 2008

Más wak-waks


Los chinos también se apuntaron al tema “wakwak”, como vemos en el T’ong-tien de Tou Yeu, redactado tras su cautiverio entre los árabes (751):

“El rey de los Ta-che (árabes, en chino!) mandó gentes al mar, subidas a un barco (!) y tomando con ellos vestidos y víveres. Al cabo de ocho años (!) vieron una roca cuadrada. Sobre esta rocha había un árbol cuyas ramas eran rojas y las hojas verdes. Sobre el árbol había crecido una multitud de pequeños niños de seis a siete pulgadas; cuando veían a loshombres no hablaban sino que reían y se agitaban. Sus manos, sus pies y sus cabezas adherían a las ramas. Cuando los hombres los arrancaban se desecaban al instante y ennegrecían. Los enviados volvieron con una rama de dicho árbol que se encuentra ahora en la residencia del rey de los Ta-che”…

Una de tres, o los marineros en cuestión se marcaron una buena broma o los Ta-che le anduvieron contando milongas al pobre Tou Yeu, o el pobre Tou Yeu era, como se dice vulgarmente, un engañabobos.

La fábula árabe se propagó en Occidente con la célebre Cosmografía de Kazwini, presentada como curiosidad natural. A raíz de eso todos los sesudos tratados de geografía y cosmografía medievales trataron de los wak-waks como realidad indiscutible.

Todos los viajeros del Medievo (una buena panda de farsantes) afirmaron habérselos encontrado, empezando por Odorico de Pordenone (1331) quien describe un árbol que produce, em medio de frutas diversas, hombres y mujeres de un codo de altura, que se mantienen atados por sus extremidades inferiores al tronco. Sus cuerpos se refrescan con el viento y se secan cuando este cesa.

Los wak-waks triunfaron sobre todo en la iconografía, inundando las miniaturas persas y occidentales, desde las Maravillas de la Naturaleza de 1388 hasta el Hortus Deliciarum de Herrade de Landsberg y, cómo no, los hombres-tronco del infinito Bosco.

El wakwak no se quedó sólo. El célebre Maimónides, autoridad del Occidente medieval, refiere la existencia de árboles que salen de una cabeza humana cuyos cabellos constituyen las raízes y que posee, como la mandrágora de los antiguos, la capacidad de hablar. En su Botánica, Ibn al-Baytar (1197-1248) cita el sarrakha que grita durante una fiesta, provocando la muerte de aquel que lo oye.

Habría que esperar a nuestros queridos visionarios del Siglo de las Luces para que el tema resurgiera con fuerza. Así Holberg, en el Viaje subterráneo de Nicolas Klim (1741) nos habla de Potua, el país más importante del planeta subterráneo Nazar (estamos hablando de lo que se esconde debajo de nuestros pies, por si no queda claro), poblado de hombres-árboles cuya estructura los hace más lentos de pensamiento y les confiere quietud contemplativa (idea retomada por Tolkien, como sabemos).

« Los habitantes consisten en árboles de diversas especies, como castaños, palmeras, arbustos, etc que dan nombre a los dieiciseis meses del año. (…) El número habitual crece maravillosamente cada día gracias a cierto edicto conocido como nombre de la ley a favor de la propagación. En virtud de dicha ley los beneficios y las inmunidades aumentan o disminuñen en función del número de hijos que se ha engendrado.”

De hecho la llegada de Klim a Potua causa un pequeño incidente arborícola: embestido por un toro se sube a un árbol que en realidad es la presidenta (concepto de por sí jocoso para los lectores de la Ilustración) de Potua. Será pues juzgado (por unos árboles vestidos de piel de oveja a modo de toga) por ataque a la decencia e intento de violación –la cual, una vez más, plantea un bonito caso de casuística a la Billuart: ¿se trata de estupro simple o se puede juzgar la arborafilia como una variante del bestialismo? (Por cierto, pese a lo increíble que parezca, dicha parafilia existe, se llama dendrofilia y goza de cierto predicamento en ciertos mangas radicales…).

Tras el análisis de la sangre del pobre Nicolas los Patuanos se dan cuenta de su buena fe, sistema que deja en pañales a nuestros sueros de la verdad…

Aprendemos también que:

“La bebida habitual de los habitantes está hecha del jugo de algunas hierbas siempre verdes. Los vendedores de dicho brebaje son llamados vulgarmente ninhalpi, herbidores. El número de ellos está limitado en cada ciudad y tienen el privilegio exclusivo de cocer y distilar las hierbas. No pueden ejercer otra profesión ni dedicarse al comercio. Inversamente queda prohibido a todos aquellos que ejercen un cargo público dedicarse a este negocio ya que, aprovechando el crédito del que gozan por su función atraerían a todos los compradores..."

Como en todo Viaje Extraordinario que se precie se cuela una buena dosis de reformismo social donde adivinamos las futuras exigencias revolucionarias…

“Los Potuanos no están distinguidos entre patricios y plebeyos o nobles y villanos. Esta distinción existió antaño entre ellos pero los príncipes vieron que era fuente de discordias y divisiones, aboliendo todas las prerogativas unidas al nacimiento”…

En el inenarrable Star o Ψ de Casiopea de Defontenay (1854), desubrimos a los Bramilos,

“unos seres singulares que, con la organización de un vegetal, tienen la sensibilidad de un animal y la facultad de moverse agitando sus ramas articuladas con el tronco. Los Bramilos se asientan en la orilla de aguas corrientes gracias a un pie tubercúleo armado de raíces en forma de garras que hunden en la tierra húmeda”…

La fantasia moderna retomará estas simpáticas criaturas, desde el Bosque de los Árboles Batalladores del Mago de Oz (Clásico Extraño del cual volveremos a hablar), hasta los celebérrimos e inolvidables Ents de Tolkien.

Algún otro día hablaremos del Increíblemente Extraño Cordero Vegetal, otro caso fascinante de Fitozoología medieval…

martes, 20 de mayo de 2008

Wak-waks

Os habíamos prometido, en nuestro ya lejano mensaje de Bienvenida, plantas parlantes.

Y os vamos a dar Plantas Parlantes. Bueno, más bien árboles que dicen “wak-wak”. Casi, casi.

El mito de los árboles humanoides, variante de la extensa Fitozoología Fantástica Universal, remonta a la más remota Antigüedad. Ya en Filóstrato hallamos referencia a un olmo etíope (Africa ya era, como lo sería en el XIX, el territorio predilecto de lo misterioso), bajo el cual se disputaban dos filósofos, sorprendidos de oír una voz añadirse a sus doctas disquisiciones.

Nuestro queridísimo Luciano de Samósata nos habla en su Increíblemente Extraña Historia verdadera de las plantas-mujeres que atraen a los hombres con sus vaginas y luego no les dejan salir… variante cachonda de las Sirenas homéricas con ribetes de chanza misógina.

“Cuando hubimos atravesado el primer río, descubrimos otras viñas de naturaleza aún más extraña. Eran bellas mujeres de la cabeza hasta la cintura, que terminaba en un tronco arborescente tal y como los pintores pintaban a Dafné a punto de ser violada por Apolo. Sus dedos se expandent en ramas cargadas de uvas y sus cabellos están hechos de cepas entrelazadas. Nos hicieron mil caricias, hablándonos una en griego, la otra en indiio o persa, pero no querían que cogiéramos sus frutos [evidente juego de palabras] y cuando se los queríamos coer gritaban como si les hiciéramos mucho daño. No se cansaban de besarnos y de acariciarnos; sus besos eran embriagadores y dos de nuestros compañeros que se dejaron sorprender por sus encantos se quedaron atrapados por sus partes nefandas, y empezaron a tomar raíz y a ver que les salían ramas…”

La referencia mítica alude, cómo no, a la rica tradición de metamorfosis de humanos en árboles, la más famosa siendo la de Dafné, recogida en nuestras queridas e Increíblemente Extrañas Metamorfosis de Ovidio. Dante retomó la idea para ilustrar el destino póstumo de los suicidas, convertidos en árboles gimientes del Infierno.

En las Increíblemente Extrañas relaciones de la vida de Alejandro Magno hallamos referencia a un Árbol indio del Sol y de la Luna, que predecía el futuro, con voz masculina durante el día y femenina durante la noche. Una voz, en griego, predijo al joven rey la conquista del mundo mientras otra, en hindú, su muerte en Babilonia, bonito ejemplo de ambigüedad oracular…

Marco Polo se apuntó el tanto, trece siglos después, afirmando haber hablado con el mismo Árbol (lo cual nos da una idea de la credibilidad del célebre Millione, uno de los textos que inspiró a Cristobal Colón su tan errada travesía). Jean de Mandeville, que lo plagió, afirmó que el Árbol del Sol y la Luna seguía aún profetizando en una isla inaccesible poblada de dragones, sierpes y bestias salvajes sin especificar.

En general la tradición de árboles oraculares constituye una de las bases de la hierofanía (revelación de lo sagrado) en casi todas las tradiciones culturales. Los druidas consultaban los robles, las Streghe romanas los olivos.

Pero los árboles humanoides más sorprendentes pertenecen, sin lugar a dudas, a la tradición árabe.

Varios textos árabes los localizan en una isla lejana, produciendo cabezas de los hijos de Adam que, al ocaso y a la aurora, gritan “wak-wak” cantando himnos al Creador (!). Otros dicen que producen cuerpos enteros de mujeres (versión ya más picante) y que cuando gritan “wak-wak” se trata de un mal presagio. Encontramos una célebre mención en Los Libros de las maravillas de la India, muy marcado por la tradición helenística de Ctesias (la madre del cordero, como quien dice, en monstruosidades indias, lamentablemente perdido), del siglo X.

El Kitab al-haiyawan de Al-Djahiz (859) afirma que el wakwak produce animales y mujeres, colgados por los pelos (ya, como véis, más preciso). Las mujeres son coloradas y dicen “wak-wak” sin cesar hasta que se las arranca del árbol.

En el Katib al-djaghrafiya de un almeriense anónimo del siglo XII (cuántos Libros Increíblemente Extraños pertenecen a la literatura española en lengua árabe, totalmente ignorados por los presentes habitantes de la península, entre los que me incluyo), se sitúa la isla Wak-wak en el mar de China, con precisiones botánicas mucho más detalladas. Las hojas son parecidas a las de la higuera. Los frutos se forman a inicios de marzo, cuando se ve despuntar los pies de las jóvenes criaturas. Los cuerpos aparecen en abril, las cabezas en mayo. Las magníficas hembras así gestadas comienzan a caer, lamentablemente, a inicios de junio. Es cuando gritan “wak-wak”.

domingo, 18 de mayo de 2008

Bella Durmiente bis

Preñada por el díscolo rey, la Bella Durmiente da a luz dos gemelos de sexo opuesto, asistida por unas simpáticas hadas que ponen a las criaturas sobre sus senos para que puedan mamar. Un día, el niño pierde la teta y se pone a chupar el dedo de su madre, quitándole la espina letárgica. Talia despierta, confusa ante su progenitura. Les da el nombre de Sol (al niño) y Luna (a la niña).

Un día el inconstante rey se recuerda de la durmiente que violó. Decide volver para ver si sigue dormida (y probablemente echar otra canita al aire). Al verla con los gemelos le cuenta lo ocurrido. Se queda allí unos días con ella, empezando un idilio ya más convencional. Aunque un tanto sulfuroso, pues está ya casado, allá en su reino.

De vuelta al tálamo conyugal clama los nombres de sus hijos y amada durante el sueño. La reina se cosca y consigue que el secretario del rey le desvele el pastel. Ladina, manda un mensaje a Talia para que le mande a sus hijos a la Corte. Ingenua, Talia accede.

La historia aquí se vuelve aún más fuertecilla. La reina, emulando a las heroínas trágicas greco-romanas, pide a su cocinero que cocine a los dos niños y se los sirva al rey. El tema de la comilona antropofágica era ya muy célebre en la literatura europea. De Séneca al Tito Andrónico de Shakespeare varios papás y mamás, antropófagos involuntarios, habían digerido a sus retoños, víctimas de un sadismo sin límites.

Horrorizado, el cocinero esconde a los niños, sirviendo unos corderos al rey. Este, deleitándose de lo suculento del plato, se ve felicitado por su parienta, la cual (fatal hasta la médula) le dice: “Come, come, que estás comiendo lo que es tuyo…” (chanza que ya encontramos en el Bardo inglés).

Contenta con su canibalesca treta, la reina manda venir a Talia para, de modo más convencional, quemarla viva.

Talia, para ganar tiempo, le pide que le deje deshacerse de sus bellos atuendos antes de ser chamuscada. La reina accede, a regañadientes.

Comienza entonces uno de los strip-teases más Increíblemente Extraños de la literatura, para más puro deleite de los lectores perversos.

Cada vez que se saca una prenda, Talia grita su dolor (¿os suena de algo? El final de Barbazul, otro colmo de Sadismo Sólo para Niños). Al cabo, el rey la oye y aparece en la habitación donde se calentaba la hoguera. La reina le dice que va a quemar a la adúltera y le cuenta que el otro día se papeó a sus gemelos.

El rey, desesperado, ordena quemar a la reina, al secretario traidor y al cocinero caníbal, el cual le explica lo ocurrido. Así, mientras los malos son rostizados al más puro estilo europeo (Basilio escribe mientras aún humean las hogueras de la caza de brujas), los amantes de tan singular historia se reúnen al fin.

“Gente con suerte”, reza la extraña moraleja, “el que tiene suerte que vaya a la cama y la felicidad lloverá sobre su cabeza”, tal vez alusión algo soez a la violación catatónica sufrida por la Bella Durmiente…

Y luego que digan que los videojuegos inculcan ideas nocivas en las mentes de los enanos…

P.s. Si queréis comprobar por vosotros mismos las refrescantes brutalidades de Basile podéis agenciaros la estupenda traducción española de Siruela.

sábado, 17 de mayo de 2008

La verdadera historia de la Bella Durmiente


Los cuentos populares, magnífica reserva de historias Increíblemente Extrañas, han ido conociendo, en Occidente, un proceso de “domesticación” y edulcoración realmente penoso, debido a su creciente acotamiento dentro del “ghetto” de la literatura para niños. Cuentos que, en su origen, eran destinados a un público mixto (el de la familia extensa donde adultos y canijos dormían en la misma cama –con los “incidentes” procaces que uno imagina) que los saboreaba por igual, han sido poco a poco reducidos a un universo infantil muy aseptizado.

Buen ejemplo de lo que nos hemos perdido en el proceso es el caso de la Bella Durmiente y, en general, del Pentamerone de Giambattista Basile, Libro Increíblemente Extraño donde se ubica la primera referencia literaria al cuento. De hecho el libro de Basile es, después de los compendios de exempla medievales (sobre los cuales algún día hablaremos), una de las primeras recopilaciones de cuentos populares, escrita casi cien años antes de los célebres Contes de Ma Mère l’Oye de Charles Perrault.

«Lo cunto de li cunti overo lo trattenemiento de peccerille» («El cuento de los cuentos, o entretenimiento para los pequeños»), renombrado en la cuarta edición «Il Pentamerone» (ya que, en homenaje a Boccaccio, se trataba de cincuenta cuentos narrados durante cinco días por diez contadores de historias), estaba en realidad destinado a cortesanos adultos, ya alejados del universo popular rural (de sus súbditos) que descubrían como algo sumamente “exótico”.

Por ello abundan caracteres que ahora chocarían en cualquier consejo editorial de libros infantiles, desde la violencia más brutal hasta el sexo y la escatología más radicales (baste como ejemplo esa cucaracha mágica que se introduce todas las noches por el ano de un marido nefasto, provocándole una atroz diarrea que le impide consumar el matrimonio, devolviendo así a la desconsolada princesa a su primer y auténtico amante…), los cuales hacen de la obra un monumento barroco inigualado, bastante fiel, por lo demás, a la “cultura popular” estudiada por antropólogos e historiadores.

El tratamiento basiliano de la Bella Durmiente dista bastante, como ya os podéis ir imaginando, del célebre film de Walt Disney.

El cuento se llama aquí “Talia, el sol y la luna” y narra el nacimiento de Talia, hija de un rey que, preocupado por su destino, se rodea de astrólogos y sabios. El horóscopo advierte que la niña correrá gran peligro a causa de una espina de lino. Para protejerla, el rey decreta que jamás se traiga lino a su corte.

Años después, como era de esperar, Talia mira por la ventana (como todas las princesas) y ve a una vieja tejiendo lino. Curiosa (como las mujeres en la tópica medieval), pide estirar ella misma el lino. En cuanto comienza a tejer una espina se le hunde bajo la uña y cae al suelo, como muerta (tal vez una reacción alérgica?). El padre, incapaz de decidirse a enterrarla, la envía a uno de sus palacios, donde yace vistiendo sus mejores galas, como crionizada.

Un rey anda cazando por los bosques cercanos. Su halcón se escapa (topos que arranca nuestra querida Celestina) y se cuela en el palacio de la Bella. Buscándolo el rey se encuentra con el cuerpo, incorrupto, de Talia (calidad que la une, en el imaginario barroco, tanto a los santos como a los muertos vivientes).

Trata, en vano, de despertarla. Ni corto ni perezoso, excitado por su belleza, se la cepilla (!)

¿Esa parte no os la habían contado, é? Pues se trata de un bonito caso de casuística sexológica que seguramente fascinó a los contemporáneos de Basilio, desde nuestro carpetovetónico Sánchez hasta el pobre Billuart: ¿De qué tipo de lujuria releva? ¿Se trata de mera necrofilia? ¿El hecho de que ella fuera incorrupta constituye acaso un atenuante? ¿El estupro es, técnicamente, forzado sobre la virginal joven o no? ¿Al ser adulterio simple (de un sólo miembro) se multiplica el pecado? ¿Visto el resultado (la vuelta a la vida de la joven forzada) se puede decir que el príncipe, lejos de cometer un pecado nefando, hizo algo laudable?

El caso es que, saciado, el rey deja la Bella a su catatónico sueño y se pira a su reino.

La historia no acaba ahí, ni mucho menos...

Así que, como en los cuentos...

Continuará

jueves, 15 de mayo de 2008

Los demonios de Swedenborg


El místico sueco también añadió, como era de esperar, varias consideraciones demonológicas igualmente peculiares:

“Los demonios de Emanuel Swedenborg (1688-1772) no constituyen una especie; proceden del género humano. Son individuos que, después de la muerte, eligen el infierno. No están felices en esa región de pantanos, de desiertos, de selvas, de aldeas arrasadas por el fuego, de lupanares y de oscuras guaridas, pero en el Cielo serían más desdichados. A veces un rayo de luz celestial les llega desde lo alto; los demonios lo sienten como una quemadura y como un hedor fétido. Se creen hermosos, pero muchos tienen caras bestiales o caras que son meros trozos de carne o no tienen caras. Viven en el odio recíproco y en la armada violencia; si se juntan lo hacen para destruirse o para destruir a alguien. Dios prohíbe a los hombres y a los ángeles trazar un mapa del infierno, pero sabemos que su forma general es la de un demonio. Los infiernos más sórdidos y atroces están en el Oeste”.

J. L. Borges y M. Guerrero, "El libro de los seres imaginarios" (Editorial Bruguera, Barcelona, 1985).

Por lo demás, siempre tan peculiar, el bueno de Swedenborg dictaminó, en su De Ultimo Judicio (1758) que el Jucio Final ya había acaecido (!), sin que la peña se coscara, hacia finales del año anterior (!!). En realidad no fue como la gente lo esperaba, con tremendas destrucciones y desagradables armagedones. Ocurrió en los “cielos espirituales”, donde Dios vió que las Iglesias habían perdido su verdadera identidad, que es la caridad y la compasión.

Actualmente existen varios grupos swedenborgistas (o swedenborgianos?), llamados neocristianos, nuevos cristianos, o miembros de la Nueva Iglesia. Como era también de esperar, surgieron varios cismas. La Iglesia General de la Nueva Jerusalem tiene su sede en Bryn Athyn (!!), suburbio de Filadelfia, mientras que la Iglesia Swedenborgiana de Norte América se basa, irónicamente, en un agujero llamado Newton, de Boston.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Los Ángeles de Swedenborg


Tras ser uno de los representantes preclaros de la Ilustración sueca, diseñando máquinas sumergibles y voladoras (dedicándoles un periódico entero, el Daedalus Hyperboreus), formulando la osada "hipótesis nebular" relativa a la formación y evolución del sistema solar (la cual sigue siendo la más aceptada hoy en día) o redactado un célebre tratado de metalurgia, Emanuel Swedenborg se propuso atacar un gigantesco Regnum animale, compendio enciclopédico donde demostraría, en la linea de Locke, la anatomía fisiológica del alma. Para ello tenía que ir a Londres, capital de la Revolución Científica.

Lo que ocurrió fue más bien extraño.

Comenzó a tener sueños extraños. Por suerte, estos no se perdieron, como tan a menudo suele ocurrir con esos entes evanescentes. Ilustrado hasta en la piltra, Swedenborg compuso un Drömboken o Diario de Sueños, uno de los primeros en su estilo.

Los sueños comenzaron a invadir su vigilia.

En abril de 1745, mientras estaba papeando en una taberna londinense, la sala en la que estaba cambió de forma. Había un tipo sentado en na esquina. Le dijo: "No comas demasiado"...

Emanuel, acojonado por el consejo dietético (!), corrió a su casa.

Durante la noche, el hombre volvió a ver al hombre de la taberna. Se presentó a sí mismo como Jesucristo. Tomando agradablemente un té con él, éste le reveló su preocupación por el rumbo de la Iglesia y le anunció que él era el indicado para explicar al mundo el camino correcto.

En el último inscrito en su diario onírico, Emanuel ha decidido ya abandonar su proyecto fisiológico y dedicarse a la celebración del mundo celestial.

En una conferencia de 1978, Borges arguyó que si bien muchos místicos pueden pasar por locos, el caso de Swedenborg, tanto por su enorme capacidad intelectual, el tremendo prestigio científico del que gozaba como por el radical viraje que supuso en su vida y obra, fue ciertamente especial.

A partir de ese momento, y hasta el día de su muerte (el 29 de marzo de 1772), el antiguo científico produjo más de una quinzena de mamotretos místicos Íncreiblemente Extraños, empezando por el propio De Caelo et Ejus Mirabilibus et de inferno. Ex Auditis et Visis (1758).

Varios de dichos mamotretos estaban dedicados, en gran parte, a una peculiarísima angelología personal, si bien destinada a una heterodoxa progenitura que lleva hasta la angelomanía New Age que inunda nuestra Red y las tiendas jipilongas de nuestros cascos antiguos.

No podemos más que ceder la palabra al Maestro argentino que tan bien compendió las líneas generales de esta metafísica fantástica (pero, como bien decía el mismo Maestro, la metafísica no viene a ser, en sí, una rama peculiar de la literatura fantástica?):

“Durante los últimos veinticinco años de su estudiosa vida, el eminente hombre de ciencia y filósofo Emanuel Swedenborg (1688-1772) fijó su residencia en Londres. Como los ingleses son taciturnos, dio en el hábito cotidiano de conversar con demonios y ángeles. El Señor le permitió visitar las regiones ultraterrenas y departir con sus habitantes. Cristo había dicho que las almas, para entrar en el Cielo, deben ser justas; Swedenborg añadió que deben ser inteligentes; Blake estipularía después que fueran artísticas. Los Ángeles de Swedenbrog son las almas que han elegido el Cielo. Pueden prescindir de palabras; basta que un Ángel piense en otro para tenerlo junto a él. Dos personas que se han querido en la tierra forman un solo Ángel. Su mundo está regido por el amor; cada Ángel es un Cielo. Su forma es la de un ser humano perfecto; la del Cielo lo es asimismo. Los Ángeles pueden mirar al norte, al sur, al este o al oeste; siempre verán a Dios cara a cara. Son ante todo teólogos; su deleite mayor es la plegaria y la discusión de problemas espirituales. Las cosas de la tierra son símbolos de las cosas del Cielo. El sol corresponde a la divinidad. En el Cielo no existe el tiempo; las apariencias de las cosas cambian según los estados de ánimo. Los trajes de los Ángeles resplandecen según su inteligencia. En el Cielo los ricos siguen siendo más ricos que los pobres, ya que están habituados a la riqueza. En el Cielo, los objetos, los muebles y las ciudades son más concretos y complejos que los de nuestra tierra; los colores más variados y vívidos. Los Ángeles de origen inglés propenden la política; los judíos al comercio de alhajas; los alemanes llevan libros que consultan antes de contestar. Como los musulmanes están acostumbrados a la veneración de Mahoma, Dios los ha provisto de un Ángel que simula ser el Profeta. Los pobres de espíritu y los ascetas están excluidos de los goces del Paraíso porque no los comprenderían.

J. L. Borges y M. Guerrero, "El libro de los seres imaginarios" (Editorial Bruguera, Barcelona, 1985).

martes, 13 de mayo de 2008

Coito interrupto

Uno de los sectores de la Teratología Intelectual de Occidente más sorprendente es el de la scientia sexualis.

Ya evocamos en su momento las opiniones teológicas relativas a súcubos e íncubos. No menos Increíblemente Extrañas eran las relativas al sexo meramente “humano”.

Los preceptistas clasificaron nada menos que 10 formas de Lujuria, término que pasó a englobar todo lo relativo a la sexualidad, bajo el signo del Pecado (capital, para más INRI). Entre ellas se distinguía, en orden de creciente pecaminosidad, la fornicación, el adulterio, el incesto, la desfloración, la violación, la masturbación, la sodomía y la bestialidad.

Cada categoría se subdividía en varias ramificaciones casuísticas.

Así, en uno de los cientos de tratados dedicados al tema, De las diferentes formas de lujuria, del dominico Charles René Billuart, leemos del coito interrupto:

“Pregunta: ¿Es permitido interrumpirse durante un apareamiento ilícito? Respuesta: el que, por asco y horror del pecado se interrumpe, incluso derramando su simiente por fuera, hace bien y debe seguir actuar de este modo (…). Sin embargo, el que, perseverando en su gusto del pecado, interrumpe una cópula comenzada y derrama la simiente fuera peca doblemente, por la fornicación iniciada y por la polución…”

Ya os podéis imaginar la intrincada casuística para determinar, durante la confesión, si se trataba de copuladores pecadores o no... Por lo demás el coito interrupto era, tradicionalmente, el fantasma de los casuistas, ya que se oponía a la definición de la cópula legítima (dentro del matrimonio, claro) como acto de procreación. La Iglesia necesitaba, como el Estado, nuevos contribuyentes imponibles para alimentar sus diezmos y prebendas...

Otra grave cuestión que se plantea el buen Billuart es la de la "delectación morosa":

“¿Una novia o una viuda pecan cuando se solazan de una copulación carnal futura o pasada? Si la novia se delecta en espíritu y no carnalmente de la copulación, en cuanto futura y legítima esposa, no peca, al menos no mortalmente. Pero si se delecta carnalmente, peca mortalmente. Tal no es el caso de la viuda que se solaza de una cópula pasada”…

A nadie sorprenderá que Billuart perpetrara también un Tratado de los Ángeles, en donde quedaba claramente demostrado, como ya sabemos, que “el mismo espíritu maligno puede servir de súcubo al hombre y de íncubo a la mujer”.

Lejos estábamos, como veis, de los consejos sexuales de Cosmopolitan, ya anunciados, empero, por la sexología materialista de la Ilustración, enemigos jurados (no os extrañará) de Billuart y los suyos...

lunes, 12 de mayo de 2008

La policresia del Dr. Berillon


Contrariamente al ideario estético clásico del kalos kagatos (lo bueno como bello, e inversamente), hemos de reconocer que el odio más abjecto ha podido, en varios casos, ser innoble musa de Libros Increíblemente Extraños.

Y si no vean la singular carrera del Dr. Berillon, director de la Escuela francesa de psicología (en la foto, hipnotizando a un alcohólico anónimo!). Tras haber publicado tratados famosos sobre neurastenia, alcoholismo y el cerebro, comenzó, ya entrado en años, una singular Cruzada contra el enemigo patrio, Alemania. Estábamos en 1914 y el doctor no había podido enrolarse en el Ejército por tener ya 55 primaveras.

Decidió entonces poner todos sus “conocimientos” al servicio de su inmenso y frustrado odio. Para ello escogió un singular modo de colaborar al esfuerzo bélico: la mierda.

Efectivamente, por extraño que parezca, el Dr. Berillon partió en guerra contra la mierda alemana, en sentido literal.

Fruto de ello son tres textos singulares: La Bromidrosis fétida de la raza alemana (!), La Policresia de la raza alemana (La polychrésie de la race allemande) y, last but not least, ¿Como podríamos algún día entendernos con un pueblo que huele mal? (pregunta que los políticos y diplomáticos habían hasta entonces, incomprensiblemente, silenciado…).

En ellos aprendemos, entre otras cosas que un alemán produce más materias fecales que un francés…

“Ya en tiempos de Luís XIV se decía que sóo por el aspecto de la enormidad de los excrementos el viajero podía saber si ya había franqueado los límites del Rin (…) La proporción de materias fecales de los Alemanes, en efecto, se eleva a más del doble que la de los franceses”

… materias cuyo olor es, por lo demás, más fuerte:

“el hedor de los residuos estercolares alemanes no está en relación simple con la cantidad, la cual ya en sí constituye una inmensa incomodidad. La intensidad de las emanaciones malolientes se manifiesta, por el contrario, en una proporción geométrica. Si, desde el punto de vista de la enormidad, la proporción excremencial es doble, en lo que atañe al olor llega a proporciones inauditas, increíbles”…

O bien descubrimos que “el coeficiente urotóxico de los Alemanes es al menos un cuarto más elevado que el de los franceses. Eso quiere decir que si hacen falta 45 cms cúbicos de orina francesa para matar un kilogramo de cobaya, sólo harán falta 30 cms cúbicos de orina alemana, más tóxica, para obtener idéntico resultado…”,

Lo cual se debe sin duda a que “la principal particularidad orgánica del Alemán actual es que es incapaz de eliminar a través de su función renal sobreactivada todos los elementos úricos; debe pues añadir la sudación plantal: esta concepción puede expresarse diciendo que el alemán orina por los pies [!!]”.

De hecho, “desde el punto de vista anatómico, la medida del intestino revela en os alemanes una augmentación de unos tres metros (…) La ampolla rectal de los Alemanes llega a tener dimensiones considerables, en relación directa con la sobreactividad funcional de la cual es objeto. Sus esfínteres, como ha sido notado frecuentemente en anestesias quirúrgicas, tan sólo ofrecen una resistencia extremadamente débil…”

El caso singular del escatómano Dr. Berillon no fue, como sabemos, único en los anales de la histeria nacionalista y racista. Irónicamente, de hecho, se puede decir que prefiguró los delirios raciales nacional-socialistas de sus tan odiados y odoríferos germanos.

p.s Por cierto, os preguntaréis qué demonios quiere decir eso de “Policresia”. Este simpático neologismo se refiere a “movimiento peristáltico intensificado”, lo cual, ahora que conocéis las teorías de nuestro doctor, veís hacia donde apunta (sin pitorreo)...

viernes, 9 de mayo de 2008

Hélène Smith


¿Preparados para afrontar uno de los Libros Más Increíblemente Extraños evocados hasta la fecha?

Pues ahí vamos…

En 1894 el médico suizo Théodore Flournoy comenzó a interesarse por una joven médium, Catherine-Elise Muller (1861-1929), más conocida como Hélène Smith (!)... En su estudio de la rue de Florissant, en Ginebra, Flournoy congregó a varios académicos para que asistieran a las cada vez más sorprendentes sesiones, tomando religiosamente nota de ellas.

Tras cinco años de investigación salía a la luz publica De la India al Planeta Marte: Estudio de un Caso de Somnambulismo con Glosolalía, obra maestra del Fin de Siglo (si bien hubo que esperar a Breton y los suyos para que Hélène pasara a formar parte del Panteón Surrealista, entre Jarry y el Aduanero Rousseau).

Aún en el contexto bastante agitadillo del ocultismo y el espiritismo finisecular (Edad de Oro, repetimos, de lo Extraño, de la cual tanto se nutren nuestros New Ages), Hélène Smith se salía del mapa.

No sólo podía comunicarse tanto en Sánscrito como en Marciano (sí, habéis leído bien), sino que era capaz de manifestar sus antiguas reencarnaciones, las cuales contenían la Princesa Simandini, onceava mujer del Príncipe Nayaka de la India (siglo XV), la propia María Antonieta (!) y varios visitantes de otros planetas (!!).

Una vez Smith entraba en trance, el venerable Fournoy le tocaba la frente e invocaba el espíritu de “Léopold”, quien no era otro sino el mismísimo Cagliosotro (según Hélène, amante de María Antonieta), guía mediumnístico de las sesiones.

Empezaba el desparrame:

“Martes, 2 de Noviembre de 1896. Tras varios síntomas característicos de salida hacia Marte... Hélène cae en un profundo sueño... Léopold nos informa de que ya está de camino hacia Marte y que una vez allí se comunica con los Marcianos aunque nunca haya aprendido la lengua; él no nos va a poder traducir el Marciano, al serle imposible; la traducción será hecha por Esenale, que ahora está desencarnado en el espacio pero que ha vivido hace poco en Marte y también la Tierra, lo que le permite actuar de intérprete..."

Y poco después aparecía Esenale, diciendo:

“Dode ne haudan te meche metiche Astane ke de me veche"

Lo cual, por si nunca habéis tenido la suerte de estudiar Marciano, viene a decir:

“Esto es la casa del gran hombre Astane al cual has visto”

(Ahora decid: “Esta es la casa grande”… ¿véis qué fácil?).

Flournoy y sus amigos lingüistas (entre los cuales figuraba el propio Padre de la Lingüística moderna, ¡Ferdinand de Saussure!) anotaban, fascinados, lo que consideraban un caso ejemplar de glosolalía (término científico que retoma el empleado por San Pablo para el “hablar en lenguas” de los apóstoles –que luego terminó refiriéndose más bien a los poseídos…). Las glosolalías eran, aunque no os lo podáis creer, uno de los temas candentes del debate científico de la época y no sólo científico.

El mismo año en que terminaron las sesiones de la calle Florissant (¿le habrán puesto los ginebrinos la merecida plaquita?) se produja una extraña epidemia glosolálica en Topeka, agujero perdido de Kansas, inaugurando el movimiento Pentecostal…

Con increíble aplomo Flournoy fue clasificando los grandes “ciclos novelescos”, como los llamaba, de la médium. Poco a poco se descubría que Marte estaba poblado por humanoides un tanto asiáticos (Smith no fue la única en trasladar el Peligro Amarillo a otros planetas), trasnportados por varias maquinarias futuristas. También había criaturas perrunas con caras de col (!) que podían, naturalmente, hablar.

Después de Marte se fueron todos a Ultra-Marte, lugar aún más remoto y magníficamente vago. El Ultra-marciano, contrariamente a su pariente cercano (¿o lejano? No queda muy claro), emplea un sistema alfabético ideográfico y no fonético.

Este Extrañísimo libro documenta también el alfabeto Marciano e incluye los fidedignos dibujos que Hélène esbozó durante sus numerosos viajes interestelares (arriba tenéis un paisaje típicamente ultra-marciano...).

Tras la publicación del libro Hélène se cabreó con Flournoy. Éste había concluído prosaicamente que los trances eran producto de fantasías subconscientes, representando conductas regresivas. De hecho, el muy taimado había tratado en varias sesiones de hacerla “desvelar el secreto” de sus pasados traumas, muy a tono con su contemporáneo Sigmund (curiosamente fue Carl Jung y no Freud quien más se interesó por el caso).

También, cómo no, se planteaba el peliagudo tema de los derechos de autor: Hélène afirmaba (no por ser médium iba a ser tonta) que el libro se vendía más por sus visiones que por los comentarios sesudos del doctor.

Por suerte para ella Hélène logró una rica mecenas americana que financió sus nuevos trances durante treinta años. El año de su muerte el museo de arte de Ginebra dedicó una discreta exposición a su obra gráfica.

Para entonces, como dijimos, el nombre de Hélène Smith, Musa de la Escritura Automática, brillaba con luz propia en la flamígera Constelación Surrealista

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jueves, 8 de mayo de 2008

Charlot onanista



Pese a lo dogmático y petardo que puedan resultar varios Movimientos literarios siempre se les puede colar algún Libro Increíblemente Extraño entre ellos.

Tal fue el caso, por ejemplo, del Naturalismo, de tan aburrida memoria para todos los alumnos de Lite. Pese a las pretensiones documentalistas del Papa Zola se le colaron unos cuantos colegas bastante zumbadetes (del propio Huysmans –del cual hablaremos en breve- a Octave Mirbeau por citar a los dos Rayados Naturalistas más conocidos).

Una de las flores más raras que creció a la sombra del movimiento zolesco fue el poco conocido Charlot se divierte de Paul Bonnetain (1883). La peculiaridad de esta novela es que está íntegra y exclusivamente consagrada al tema inagotable de la Masturbación (aludida e irónica "diversión" del título).

No era la primera rareza del género, ya que el propio discurso médico y jurídico sobre el Onanismo nació con un anónimo libelo de por sí Extrañísimo, Onania, El Horrendo Pecado de la Auto-polución y todas sus Espantosas Consecuencias para Ambos Sexos, Considerado (1710), acertadamente definido por un estudioso como “porno soft médico”.

Pero la novela de Bonnetain lleva la paranoia onanista hasta límites insospechados de sordidez decadente, ilustrando los “horrores” del abuso de sí que provocan, como todo el mundo sabe, desde mórbidas alucinaciones hasta impulsos suicidas…

Y ello desde el sorprendente arranque: un accidente laboral. Un obrero lleva al hijo del difunto a su casa. La viuda lúbrica aprovecha para tirarse literalmente sobre el obrero que le trae la mala noticia, violándolo (técnicamente).

A cambio el obrero le da una paliza, a la cual asiste el traumatizado niño que grita “!Papá! no golpees a mamá… No lo volverá a hacer” (!!).

Poco después, tras el entierro del padre, el niño, llamado Charlot, se masturba.

Indignada la madre le mete en una institución religiosa.

El superior, padre Hilarion, secundado por el padre Eusebio pervierten totalmente al joven onanista, “para siempre desquiciado”, según el narrador.

Sigue un pequeño episodio homosexual con un joven colega de escuela, Lucien, durante el cual “Charlot era la mujer, siempre dominada”.

Lucien empieza a interesarse por las chicas y se pira con el Ejército.

Charlot se alista también, siguiendo sus pasos. Ya soldado, vuelve a pajearse compulsivamente.

Un día sus colegas le llevan al burdel. A Charlot, tras el asqueo inicial, le encanta. Pero no tiene suficiente pasta para volver.

Así que se masturba.

Enflaquece alarmantemente. Es despedido del Ejército.

Vuelve a París, encuentra una prostituta, vuelve a asquearse, se masturba nuevamente.

Vagabundea por la capital. Sufre crecientes alucinaciones. Sueña con asesinar a una niña. Se agencia una navaja. Huye. Vuelve a ver a la niña, que le reprocha haber huído.

Se viste de mujer en su casa, se perfuma. Va a misa.

Un día va con un amigo a ver las célebres histéricas del Doctor Charcot, que empleaba (poco hipocráticamente) a sus pacientes femeninas como freaks de feria por una módica entrada.

Entre las locas, Charlot reconoce a su madre.

Vuelta al cinco contra uno, según la consabida expresión francesa.

Una mujer se tira a sus brazos, escapando de la policía mundana. Empiezan a vivir juntos. Ella trabaja la calle. Él se masturba.

Ella tiene un niño.

Charlot, en la última página, se ahoga con la criatura.

Y luego dicen que algunas novelas o pelis actuales son en exceso depresivas…

No es de extrañar que Bonnetain tuviera algunos problemillas con la censura, aunque por aquellas ya no se estaba en la Francia timorata que condenara a Baudelaire. Así que el buen hombre ganó su juicio y siguió escribiendo tan tranquilo su galería de horrores cotidianos, pronto secundado por cantidad de "buscadores de taras" según el título de Camille Mauclair (otro rayado supino del que tal vez hablemos).

Ignoramos si Charles Chaplin, al bautizar a su genial creación, quiso gastar una broma al público edwardiano y si, al fin y al cabo, se “divirtió” tanto como el héroe homónimo de Bonnetain…

miércoles, 7 de mayo de 2008

El Caballero Verde


Entre todos los Libros Increíblemente Extraños de la materia artúrica tenemos especial cariño por el atípico Sir Gawain y el caballero verde, romance aliterativo en Inglés Medio (o sea, incomprensible) de finales del “desastroso siglo XIV” (pestes, guerras, hambrunas, brujas y demás).

Es fin de año en Camelot y la corte está poniéndose hasta el culo de papeo y de priba. Aparece un gigantesco Caballero Verde con un hacha enorme y, según la usanza artúrica, propone un jueguecito.

Alguien le cortará la cabeza con el hacha a condición de que él mismo, un año y un día después, haga lo propio a su vez con el verdugo…

Risas, algún que otro murmullo de acojone.

Gawain, sobrino de Arturo y el más joven de la corte acepta. De un certero golpe desmocha la cabeza del suicida Caballero.

A su gran sorpresa, y del resto de los comensales, el pretendido suicida, descabezado, se levanta tan ufano y recoge su miembro perdido como si tal cosa. Tras recordarle a Gawain que tienen una cita en la Capilla Verde el decapitado se esfuma en su corcel (la imagen del único manuscrito original, Cotton Nero A. X. está que se sale ella también).

Así como pasa el año Sir Gawain lo va flipando pero, como buen héroe, decide encaminarse a la dicha Capilla para tender a su vez el cuello.

En esto llega (¿cómo no?) a un extraño castillo cuyo propietario, un tal Bertilak de Hautdesert (los nombres artúricos no tienen nada que envidiar a los cómics de la Marvel), le propone otro pacto rarillo: irán de caza juntos con la condición de intercambiarse lo que hayan ganado.

Esa misma noche (de nuevo, ¿cómo no?), la Lady Bertilak se cuela en el catre de Gawain (eso era lo bueno que tenían las aventuras artúricas, después o antes de desmocharse uno tenía una buena sesión de sexo casual, a menudo adulterino) pero éste, muy casto (contrariamente a la imagen que de él dieron tantos otros cronistas), se limita a un beso.

Al día siguiente, Bertilak le da un ciervo y él el beso. Un día después, intercambio de un oso por dos besos. Al otro día, un zorro por tres besos. Y Gawain omite un pequeño detalle: se queda con un cinto que la Lady le ha brindado.

Tras todo este mamoneo, Gawain se va a la Capilla.

Allí le espera el Caballero Verde afilando ominosamente su hacha.

Gawain tiende el pescuezo.

El Caballero levanta el hacha y la descarga sobre el héroe, deteniéndola. Vuelve a hacerlo dos veces, la tercera dejándole una leve cicatriz en el cuello.

Como en nuestra querida saga infantil Scooby-Doo, el Caballero Verde revela que es en realidad Bertilak de Hautdesert y que toda esta historia de cabezas cortadas fue idea de la malévola Morgan Le Fay (una de las primeras y más efectivas femmes fatales de la literatura).

La cicatriz es por lo del cinto que había escondido (y no, sorprendentemente, por todo el besuqueo de su legítima).

Gawain vuelve algo perplejo a la Corte y Arturo, para el cual cualquier cosa es pretexto para correrse una buena farra, decreta que todo el mundo ha de llevar un lazo verde para rememorar esta aventura.

El texto, redescubierto y traducido por el mismísimo Tolkien, está repleto de referencias a antiguas tradiciones y mitos celtas, especialmente la historia del super-héroe irlandés Cúchulainn en la Fiesta de Bricriu donde ya aparece el jueguecito del decapitado decapitador.

El singular “test de seducción” (anticipo de la voga actual de programas televisivos a ello dedicados) tiene ecos, por su parte, de la historia de Pwyll y la mujer de Arawn (el jefazo de Annwn, el Otro Mundo), en el Mabinogion galés.

A ello se añaden, como era habitual, cantidad de simbolismos que podéis encontrar resumidos en el artículo inglés de Wikipedia.

Por cierto, si os atrevéis con el Inglés Medio o simplemente queréis gastarle una broma a alguien, podéis ir al poema directamente.

Y, por último, los que queráis saber (mucho) más al respecto y leáis el francés podéis remitiros a mi Décapitations y así darme una pequeña alegría.

martes, 6 de mayo de 2008

Presidente Schreber


Llegamos a uno de nuestros heteróclitos predilectos (¿y cómo no?), el Presidente Schreber, autor de uno de los Libros Más Increíblemente Extraños del Universo, las bien llamadas Memorias de un neurópata (Dresde, 1903).

En él el Ilustrísimo Presidente nos explica cómo llegó a la conclusión de que era llamado a salvar el mundo. Sólo que con una pequeña condición…

Sólo podría lograr su cometido tras haber sido transformado en mujer…

Estamos a finales del siglo XIX, la Edad de Oro del Decadentismo. El Presidente podría haber optado por convertirse en uno de los “Desnaturados” de la perversa Rachilde (ya os hablaremos de “Señor Venus”). Varios burdeles de “drags” estaban ya a su disposición en las grandes capitales europeas.

Pero eso hubiera sido demasiado sencillo: Schreber afirma que no quiere ser mujer (aunque algunas páginas atrás haya estimado que “debe de ser singularmente bello ser una mujer en pleno apareamiento”) pero que está obligado a ello (!) y que necesita la intervención divina para lograrlo (!!).

De hecho, nos cuenta, el Señor ya ha empezado a transformar cu cuerpo: han ido desapareciendo (!!!) los intestinos, los pulmones, el esófago, las costillas… e incluso su laringe…

Poco a poco Dios los va regenerando, transformándolos en “nervios hembra” que le permitirán fecundar a los futuros humanos…

El imperceptible proceso, empero, tiene ciertos… pequeños inconvenientes. Uno de ellos, el cual irrita especialmente al Presidente (quejándose directamente al Divino), es que de cuando en cuando necesita defecar y no lo logra…

“Vista la significación característica de la pregunta: “¿Porqué no caga usted entonces de una vez?”, debo consagrarle ciertas precisiones: la necesidad de evacuar las materias viene en efecto provocada por milagros. Ocurre del siguiente modo: las materias son empujadas hacia adelante, a veces también hacia atrás en el intestino y cuando ya no queda bastante, habiéndose consumado la evacuación, el orificio anal se ve barruntado con un poco de contenido intestinal.

Se trata de un milagro del Dios superior, milagro que se reproduce varias docenas de veces al día…

Toda la perfidia de la política dirigida contra mí queda aquí evidenciada: Cada vez que la necesidad de evacuar me es miraculada, me envían a alguien de entre mis próximos del gabinete para impedirme defecar…”

Y es que el Presidente Schreber, por si no os habéis dado cuenta, era un tanto paranoico. Acusaba a su médico, el Dr Fleschig, de haberlo hipnotizado para experimentar con él como cobaya, siendo el auténtico responsable de su “eviración”.

El Dr. Fleschig fue, pues, quien cortocircuitó la conexión nerviosa del Presidente y Dios, “sin duda con la intención de negar a la descendencia Schreber toda prosperidad o al menos denegarle la posibilidad de prosperar en profesiones que, como la de especialista de las enfermedades nerviosas (!), la habrían conducido a relaciones más íntimas con Dios…”

La cosa, como veis, es un tanto confusa. Nos hallamos, según el autor, ante « el caso de un hombre único en su especie, con quien Dios ha entrado permanentemente en contacto por mediación de rayos (!), contacto que ya no puede ser roto y que por lo tanto constituye una amenaza para el orden mismo del universo (!!)”…

Mil detalles más amenizan la lectura de este auténtico Descenso al Infierno, bastante más pronunciado que la temporadita que allí pasó Rimbaud y sólo comparable a las glosolalías del Artaud más decrépito.

De hecho el Presidente chilla. Sus aullidos son la única manera de acallar las voces que intrusionan sin cesar su asediado cerebro, “manifestándose en la medida en que no puedo a cada instante dar a Dios, que está lejos y que considera que estoy loco, la prueba de lo contrario…

El pobre Schreber tuvo el dudoso honor de pasar a la historia como “EL Paranoias” mayúsculo, pues sus Memorias fueron utilizadas por el mismísimo Sigmund Freud para ilustrar su teoría psicoanalítica de la dolencia siendo secundado, años después, por el Vice-Psicoanalista Jacques Lacan.

Pese a que los análisis sesudos de Freud y Lacan resulten a menudo involuntariamente divertidos (con una jerga casi neo-escolástica que hubiera hecho las delicias de Rabelais), seguimos prefiriendo el propio relato del Presidente, uno de los "documentos humanos" más flipantes que jamás encontraréis.

Esperemos que, esté donde esté, haya logrado evacuar en paz.



p.s. A los que interese ahondar en el cuadro clínico del Presidente pueden dirigirse al siguiente ensayo

lunes, 5 de mayo de 2008

Coitos satánicos


Entre los Libros Increíblemente Extraños de demonología que asolaron Europa entre 1486 y principios del siglo XVIII nos gustaría citar, aunque sólo fuera por el título, el de Johannes Henricus Pott, Specimen Juridicum de Nefando Lamiarum cum Diabolo Coitu (Jena, 1689).

Pott, egregio profesor de Derecho, se dedica aquí a recopilar del modo más crédulo la delirante tradición de sexo satánico que teólogos, médicos y juristas habían venido pacientemente elaborando desde hacía tres siglos.

La cosa, pese a lo sugerente que resulte, presentaba algunos problemillas, especialmente porque se suponía que los diablos no podían copular física y directamente con los humanos.

Pero los teólogos nunca han retrocedido ante tales minucias: así, nuestro ya citado Tomás de Aquino se salió con una distinción ciertamente astuciosa:

“Si algunas veces han nacido niños de cópulas con demonios, ello no se debe al esperma emitido por éstos o por los cuerpos que han asumido, sino por esperma robado de algún otro humano para este propósito, ya que el mismo demonio que actúa como súcubo de un hombre será el íncubo de una mujer” (Summa Theologica).

Chúpate esa. Y, por si no quedara claro, añade en De Trinitate:

“Los demonios recogen en verdad esperma humano, gracias al cual son capaces de producir efectos corporales; pero esto no puede hacerse sin algún movimiento local por el cual los demonios pueden transferir el esperma recolectado e inyectarlo en los cuerpos de los humanos”…

Quedaba así abierta la puerta (sin ánimo de ofender) para el coito satánico, acusación por la cual miles de desgraciad@s iban a perecer, sin comerlo ni beberlo, en la hoguera.

Cantidad de solícitos soplagaitas iban a perfeccionar la teoría, añadiendo los detallitos que faltaban. Así Cesario de Heisterbach afirmó que el método de recolección de semen empleado por los demonios era el hurto puro y simple, recogiendo las emisiones nocturnas y los frutos perdidos de los solaces onanistas…

San Bonaventura va aún más allá, afirmando que:

“Los demonios en forma de mujer [súcubos] se ofrecen a los machos y reciben su esperma; maliciosamente preservan su potencia y, luego, con el permiso de Dios [siempre con el permiso de Dios, sino el Diablo sería otro Dios, lo cual era herejía y uno pasaba a la hoguera], se transforman en íncubos y lo derraman en los repositorios femeninos”….

¿Qué clase de pornógrafo austriaco podría inventarse tamaña proeza? En todo caso se trata de un buen argumento de peli X (una versión “adulta” de la ya clásica serie Gothic Sex Witches) así que si alguien se anima… (ponednos eso sí en algún lugar de los títulos de crédito, junto al santo Bonaventura).

Y, cada vez más delirante, Sinistrari afirma:

“Si queremos aprender de las Autoridades [término teológico para referirse a las absurdeces anteriormente citadas] cómo es posible que el demonio, que no tiene cuerpo, puede realizar un verdadero coito con hombres o mujeres, unánimemente afirman [lo cual, por suerte, es totalmente falso] que el demonio anima el cadáver de algún ser humano, hombre o mujer, o que, de la mezcla de otros materiales, formatea para sí mismo un cuerpo, dotado de movimiento, gracias al cual cuerpo copula [el demonio] con el humano”…

Operación en la cual, según Tomás Malvenda y el Dr. Francisco Valerio,

“lo que los íncubos introducen en la matriz no es el esperma humano ordinario en cantidad normal, sino abundante, muy espeso, muy caliente, rico en espíritus y libre de serosidad [!]. Esto es fácil para ellos, ya que sólo tienen que escoger jóvenes ardientes y robustos cuyo esperma es naturalmente copioso y con el cual los súcubos mantienen relaciones, y luego el íncubo copula con mujeres de idéntica constitución, teniendo cuidado de que ambos disfrutan de un orgasmo más que normal [!], ya que cuanto más grande es la excitación venérea más abundante es el esperma”…

Sin embargo, esta cuestión del sémen increíblemente cálido y rico fue largamente debatida porque la mayor parte de los “especialistas” afirmaban, al contrario que el esperma demoníaco era gélido… cuestión peliaguda sobre la cual, tal vez, volveremos.

Fuera lo que fuere, todo esto de los coitos diabólicos, como afirma Peter Binsfeld en su De Confessione Maleficarum (1589) “es una verdad indiscutible que no sólo es probada de modo fehaciente por la experiencia [!!] sino que es confirmada por la historia, pese a lo que unos cuantos doctores y juristas puedan suponer”…

Así llegamos poco a poco a Pott, quien en setenta sustanciosas páginas de Sexología Aberrante nos cuenta pormenizadamente cómo ciertas brujas parieron gusanos que fueron luego empleados para formar piernas o brazos humanos y nos habla de cópulas monstruosas, retomando el clásico ejemplo del hombre y la vaca que dieron fruto a un extraño individuo de apariencia humana pero que sentía una irresistible atracción hacia rumiar hierba y sociabilizarse con bovinos.

Para aderezar tanto Sexo Increíblemente Extraño, Pott añade un pequeño ejemplo de pacto escrito con el Diablo (no se sabe si para dar ideas al personal y así alimentar un poquito más la maquinaria represiva) en apéndice a su volumen, tal vez porque se le quedaba chiquito en comparación con los demás mamotretos brujeriles… en un momento en que el mercado estaba literalmente invadido: se estiman a más de 100.000 los publicados solamente en Alemania, algo sólo comparable a la reciente oleada de thrillers esotéricos más o menos cazurros...