sábado, 20 de diciembre de 2008

Lord Horror



La serie de David Britton y Michael Butterworth dedicada al extraño Lord Horror (Lord Horror, seguida de Motherfuckers: Auschwitz de Oz y Bautizado en la Sangre de Millones) constituye sin duda la más polémica contribución a la Ciencia-Ficción contemporánea, enarbolando el disputado título de última novela prohibida por la censura en el Reino Unido (valiéndole a Britton una temporadita en la cárcel de Strangeways, en su Manchester natal).

Se trata de una revisión a lo bestia de un topos conocido por todos los fans: la historia alternativa (o “alo-historia” según el término de G. Rosenfeld) en la que los nazis ganan la Segunda Guerra Mundial y establecen su soñado Reich milenario. Dicho topos nació de hecho antes de ser “alohistórico” en sentido estricto, ya que desde la llegada de Hitler al poder varios autores advirtieron de los peligros que acechaban si no se le paraban los pies (el Swastika Night de Katherine Burdekin, Grand Canyon de la célebre bohemia Vita Sackville-West o el Yo, James Blunt de HV Morton –nada que ver con el sacarínico y engañoso aeda de “you’re beautiful”…). Por desgracia se ilustró una vez más el “complejo de Casandra” que acecha a toda genuina obra de ciencia-ficción y dichos gritos fueron callados por el buen-rollismo de Munich.

Hubo que esperar la derrota del Eje para que el topos triunfara dando pie a un pequeño subgénero coronado, claro está, por El Maestro del Alto Castillo de nuestro gurú (lo queramos o no nos soñó antes y mejor que nadie) P. K. Dick, con una América dividida entre nazis del Este y nipones de la Costa Oeste.

Otras notables pesadillas fueron The Sound of His Horn de Sarban, terrorífica reconstrucción del clásico del celuloide The Most Dangerous Game con sus cacerías humanas lideradas por el sádico Conde Zaroff. En la obra de Sarban son los dignatarios Nazis los que se dedican, aburridos por la victoria, a cazar untermenschen por sus vastos territorios feudales. La idea de la derrota aliada tomaba acentos de cotidianeidad depresiva y distópica en obras como SS-GB del ingenioso Len Deighton y el best-seller Fatherland de Robert Harris (adaptado al cine con el siempre estresante Rutger Hauer).

Más complejo (y bestia), explorando el propio imaginario mito-sádico de los nazis y confrontándolo al barbarismo escapista de la “heroic fantasy”, fue el Sueño de Hierro del agresivo Norman Spinrad, imaginando que Hitler hubiera emigrado a América antes del putsch, convirtiéndose en aclamado autor de pulps de espada y brujería fascistoides, incluyendo el Señor de la Esvástica, libro Increíblemente Extraño que vamos leyendo horrorizados pues se trata del trasunto a lo Conan de la barbarie histórica de los S.S. Prueba de lo logrado de la obra es que fue prohibida en Alemania durante una década.

Combinando la violencia de Spinrad y el detallismo cotidiano de Dick o Harris, la versión de Britton y Butterworth da una vuelta de tuerca al subgénero, nutriéndolo de fantasías sádicas herederas de aquel género de máxima polémica que fue la “nazixploitation” cinematográfica de los 70.

Remotamente inspirado en William Joyce, oscuro personaje que distribuyó propaganda nazi en las ondas británicas durante la Segunda guerra mundial (!!) tras participar en la Unión de Fascistas Británicos de Oswald Mosley y antes de ser ahorcado en el 46, Lord Horror es el über-sádico DJ de moda en una Inglaterra derrotada y ocupada por los nazis tras la victoria del Eje en 1945.

Versión glamourosa del Nazi sado-fetichista Lord Horror aspira a ser a la vez repulsivo y fascinante, cruce psicopático entre el decadente Des Esseintes de Huysmans y el Alex de la Naranja Mecánica, deleitándose en la paradoja mortal de la delicada sofisticación cultural que acompañó la barbarie genocida (anunciando así al narrador de Jonathan Littell en su reciente y polémico best-seller Las Benévolas).

Se dedica a discutir sobre el arte contemporáneo (esto es post-nazi) en complejas y wildeanas disquisiciones (a veces animadas por su hermano, el oscuro escritor James Joyce!) así como a describir con pelos y señales cómo asesina impunemente judíos en extrañas y perversas performances como el nauseabundo footjob con la pierna cortada de una joven, reminiscente de las barrabasadas de Pat Bateman las cuales, irónicamente, burlaron la censura y lograron captar el interés del mainstream, sin duda por remitir a una psicopatología personal –si bien metafórica del yuppismo neoyorquino- y no a la de una ideología genocida.

En una mezcla de Pynchon, Swift, Bataille, Dalí, Ballard y el Bosco (todas ellas referencias aducidas por los defensores de la obra durante el sonado proceso), se suceden escenas extrañas en la grotesca odisea de Lord Horror y sus “androides negroides”, a bordo de una retro-futurista nave empujada por vapor en busca de Hitler, el cual es ahora un ser metamórfico acosado por un mutante, rebelde y elefantiásico pene –el singular Old Shatterhand- y recluido en la investigación de la obra de Schopenhauer. La referencia al Holocausto se va haciendo cada vez más insistente hasta disolver materialmente el texto, invadido por las fotografías de los propios campos.

Iniciada en 1985, en plena reinvención del post-punk anarcoide, la obra salió en forma manuscrita (bajo seudónimo) en el 89, siendo al punto secuestrada por la brigada “anti-vicio” de Manchester. El personaje de Lord Horror es genuinamente multimedia, transitando de los libros a los comics (Hard Core Horror precede, de hecho, a la novela, narrando la génesis del personaje, paralela a la del histórico Joyce), la música con versiones de grupos emblemáticos como the Cramps o New Order –hay mucho del Atrocity Exhibition de Joy Division (y de J. G. Ballard) en la propia novela- y pronto el cine (a ver quién es el listo que se atreve con el nazi-gore!!).

Saludada por varios de los Grandes (Moorcock, Colin Wilson, Stableford, Ramsey Campbell, etc), la obra ha sobrevivido en la clandestinidad. “Ultraviolenta, blasfema, xenófoba, desprovista de cualquier simpatía y tan alocada que hace parecer foto-periodístico al surrealismo clásico” (D. E. Winter). Keith Seward, autor de la igualmente polémica y bizarrísima Extraterrestrial Sex Fetish, infringió la ley publicando largos extractos de la obra prohibida en un interesante ensayo sobre la “más perturbadora historia alternativa que leeremos jamás”.

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