lunes, 5 de mayo de 2008

Coitos satánicos


Entre los Libros Increíblemente Extraños de demonología que asolaron Europa entre 1486 y principios del siglo XVIII nos gustaría citar, aunque sólo fuera por el título, el de Johannes Henricus Pott, Specimen Juridicum de Nefando Lamiarum cum Diabolo Coitu (Jena, 1689).

Pott, egregio profesor de Derecho, se dedica aquí a recopilar del modo más crédulo la delirante tradición de sexo satánico que teólogos, médicos y juristas habían venido pacientemente elaborando desde hacía tres siglos.

La cosa, pese a lo sugerente que resulte, presentaba algunos problemillas, especialmente porque se suponía que los diablos no podían copular física y directamente con los humanos.

Pero los teólogos nunca han retrocedido ante tales minucias: así, nuestro ya citado Tomás de Aquino se salió con una distinción ciertamente astuciosa:

“Si algunas veces han nacido niños de cópulas con demonios, ello no se debe al esperma emitido por éstos o por los cuerpos que han asumido, sino por esperma robado de algún otro humano para este propósito, ya que el mismo demonio que actúa como súcubo de un hombre será el íncubo de una mujer” (Summa Theologica).

Chúpate esa. Y, por si no quedara claro, añade en De Trinitate:

“Los demonios recogen en verdad esperma humano, gracias al cual son capaces de producir efectos corporales; pero esto no puede hacerse sin algún movimiento local por el cual los demonios pueden transferir el esperma recolectado e inyectarlo en los cuerpos de los humanos”…

Quedaba así abierta la puerta (sin ánimo de ofender) para el coito satánico, acusación por la cual miles de desgraciad@s iban a perecer, sin comerlo ni beberlo, en la hoguera.

Cantidad de solícitos soplagaitas iban a perfeccionar la teoría, añadiendo los detallitos que faltaban. Así Cesario de Heisterbach afirmó que el método de recolección de semen empleado por los demonios era el hurto puro y simple, recogiendo las emisiones nocturnas y los frutos perdidos de los solaces onanistas…

San Bonaventura va aún más allá, afirmando que:

“Los demonios en forma de mujer [súcubos] se ofrecen a los machos y reciben su esperma; maliciosamente preservan su potencia y, luego, con el permiso de Dios [siempre con el permiso de Dios, sino el Diablo sería otro Dios, lo cual era herejía y uno pasaba a la hoguera], se transforman en íncubos y lo derraman en los repositorios femeninos”….

¿Qué clase de pornógrafo austriaco podría inventarse tamaña proeza? En todo caso se trata de un buen argumento de peli X (una versión “adulta” de la ya clásica serie Gothic Sex Witches) así que si alguien se anima… (ponednos eso sí en algún lugar de los títulos de crédito, junto al santo Bonaventura).

Y, cada vez más delirante, Sinistrari afirma:

“Si queremos aprender de las Autoridades [término teológico para referirse a las absurdeces anteriormente citadas] cómo es posible que el demonio, que no tiene cuerpo, puede realizar un verdadero coito con hombres o mujeres, unánimemente afirman [lo cual, por suerte, es totalmente falso] que el demonio anima el cadáver de algún ser humano, hombre o mujer, o que, de la mezcla de otros materiales, formatea para sí mismo un cuerpo, dotado de movimiento, gracias al cual cuerpo copula [el demonio] con el humano”…

Operación en la cual, según Tomás Malvenda y el Dr. Francisco Valerio,

“lo que los íncubos introducen en la matriz no es el esperma humano ordinario en cantidad normal, sino abundante, muy espeso, muy caliente, rico en espíritus y libre de serosidad [!]. Esto es fácil para ellos, ya que sólo tienen que escoger jóvenes ardientes y robustos cuyo esperma es naturalmente copioso y con el cual los súcubos mantienen relaciones, y luego el íncubo copula con mujeres de idéntica constitución, teniendo cuidado de que ambos disfrutan de un orgasmo más que normal [!], ya que cuanto más grande es la excitación venérea más abundante es el esperma”…

Sin embargo, esta cuestión del sémen increíblemente cálido y rico fue largamente debatida porque la mayor parte de los “especialistas” afirmaban, al contrario que el esperma demoníaco era gélido… cuestión peliaguda sobre la cual, tal vez, volveremos.

Fuera lo que fuere, todo esto de los coitos diabólicos, como afirma Peter Binsfeld en su De Confessione Maleficarum (1589) “es una verdad indiscutible que no sólo es probada de modo fehaciente por la experiencia [!!] sino que es confirmada por la historia, pese a lo que unos cuantos doctores y juristas puedan suponer”…

Así llegamos poco a poco a Pott, quien en setenta sustanciosas páginas de Sexología Aberrante nos cuenta pormenizadamente cómo ciertas brujas parieron gusanos que fueron luego empleados para formar piernas o brazos humanos y nos habla de cópulas monstruosas, retomando el clásico ejemplo del hombre y la vaca que dieron fruto a un extraño individuo de apariencia humana pero que sentía una irresistible atracción hacia rumiar hierba y sociabilizarse con bovinos.

Para aderezar tanto Sexo Increíblemente Extraño, Pott añade un pequeño ejemplo de pacto escrito con el Diablo (no se sabe si para dar ideas al personal y así alimentar un poquito más la maquinaria represiva) en apéndice a su volumen, tal vez porque se le quedaba chiquito en comparación con los demás mamotretos brujeriles… en un momento en que el mercado estaba literalmente invadido: se estiman a más de 100.000 los publicados solamente en Alemania, algo sólo comparable a la reciente oleada de thrillers esotéricos más o menos cazurros...

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