martes, 8 de abril de 2008

Epiménides


Todos conocemos esas historias de personajes que se quedan dormidos durante décadas y que, cuando despiertan, no reconocen nada ni nadie a su alrededor.
La obra más conocida, auténtico mito nacional yanqui, es Rip van Winkle de Washington Irving (sí, el de la Alhambra) aunque se le pueda preferir el Año 2400 de Mercier, de la cual hablaremos en su debido momento.
Pero antes, mucho antes, estuvo Epiménides de Cnosos, mítico filósofo que fue el primer personaje en experimentar una extraña crionización onírica en una caverna cretense durante... 57 años.
Cuando murió dicen que su piel se hallaba enteramente recubierta de tatuajes, herencia quizás de prácticas chamánicas, lo cual sorprendió mucho a sus allegados, ya que en grecia sólo se tatuaban los esclavos.
Su piel, al parecer, fue conservada a modo de amuleto, en la corte espartana.
Y su legado más célebre fue la llamada paradoja de Epiménides, una de las insolubilia predilectas del medievo.
"Todos los Cretenses son mentirosos", afirmó el cretense Epiménides...
Desde entonces generaciones de filósofos se han ido quebrando los sesos sobre este enigma lógico.
Su historia se hallaba, entre muchas otras, dentro del Libro Increíblemente Extraño justamente llamado Los Prodigios, de un tal Theopompo de Chios, allá por el siglo IV antes de Cristo.
El muy cachondo Diógenes Laertes nos habla de ello en sus sorprendentes Vidas y doctrinas de los filósofos.
Y eso es más o menos todo ya que la obra de Theopompo, lamentablemente, ha desaparecido entre tantas otras joyas extrañísimas de la literatura griega...
a menos que esté simplemente crionizada en alguna oscura caverna, esperando ser despertada por algún intrépido antropólogo.
O un pastor indigente que luego lo queme para calentarse, como sucedió con Qumram.
También se atribuye a Theopompo la historia de la tierra de los Meropes, habitantes de una tierra más allá del Hyperboreo (esa tierra mítica del Norte que tanto fascinó a los griegos) dividida entre dos ciudades, Eusebes ("la piadosa") y la monstruosa Machimos ("la guerrera"), metrópolis de dos millones de habitantes belicosos. Más allá hay un lugar llamado Anostos ("lugar sin retorno") donde hay árboles cuyos frutos invierten el curso de la vida, haciéndola ir de la vejez a la infancia...
Tal vez es lo que ocurriera, finalmente, con el propio Theopompo, desvanecido de la Historia por el útero materno.
I.E.

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